Al Sevilla se le hacía la boca agua pensando en esta jornada. Los dos «grandes» se encuentran en el Camp Nou, por lo que alguno de ellos, o ambos, perderá puntos. Los de Jiménez sólo tenían que ganar en casa al Málaga, el último clasificado, para recortar su distancia con los primeros y reclamar un poco más de atención. Pero la alternativa más sólida al bipartidismo en la Liga se atascó en casa y el rendimiento que esperaba obtener de la jornada doce no va ser tan valioso como imaginaba pase lo que pase en Barcelona.
Pudo pasar de todo en el Sánchez Pizjuán, aunque por muchísimas razones la cosa terminó en empate. Muy poco para los deseos sevillistas y algo más para el último clasificado, porque es verdad que tuvo dos goles de ventaja, pero no es menos cierto que Munúa sacó una mano milagrosa casi en el descuento para evitar que su equipo se fuese sin nada. Squillaci remató desde muy cerca y cruzado, pero surgió el brazo izquierdo del portero uruguayo.
La puntería es otro factor válido para explicar lo que pasó y lo que dejó de pasar. Jiménez puso de inicio a su pareja de delanteros con más pólvora en este momento: Luis Fabiano y Negredo. El brasileño volvió a demostrar que su lugar en la élite mundial de rematadores no es casual ni injustificado. No es un tipo demasiado hábil fuera del área, aunque a quién le importa si dentro de ella es letal. Ayer hizo tres remates ante Munúa y rozó el cien por cien de efectividad. Dos de sus latigazos sirvieron para igualar el marcador y el otro, con el que abrió su repertorio, se estrelló en el palo.
La historia de su compañero en el encuentro fue la contraria. Negredo está donde está por ser insaciable ante la portería contraria, pero no fue su día. Primero, estropeó una pared de tacón magnífica en asociación con Luis Fabiano rematando a las manos de Munúa. Y más tarde cabeceó fuera un rechace que venía del palo a dos palmos de la línea de meta.
Es difícil hablar del Sevilla sin hacerlo de Jesús Navas que ayer, principalmente en la primera mitad, demostró que es el alma y algo más de su equipo. No juega en la banda, sino por todos lados y pocas cosas de las que intenta no tienen un resultado positivo para su equipo. Su actividad antes del descanso no tuvo ningún premio, algo que encontró el Málaga con una facilidad sorprendente.
Con dos remates, los visitantes tomaron mucha ventaja, mientras el Sevilla se enmarañaba en su ansiedad y se encomendaba sólo al despliegue físico de Zokora. Los de Jiménez estaban a punto de entrar en un callejón sin salida cuando Luis Fabiano puso algo de luz. Aunque no la suficiente para presionar de verdad a los «grandes».