El primero de los tres últimos conciertos de esta temporada de la Fundación Excelentia, que se celebrará mañana en el Auditorio Nacional, reunirá a la Orquesta Clásica Santa Cecilia y Javier Corcuera, que celebrarán el 250 aniversario de la muerte de Haendel, el bicentenario del fallecimiento de Haydn y el bicentenario del nacimiento de Mendelssohn. Según palabras del Presidente de Excelentia, Javier Martí Corral, «con este concierto se permitirá la participación de cantantes de Madrid para formar un coro junto con el Coro San Jorge, el Coro Vox Aurea y el Coro Duque de Calabria». El siguiente concierto (26 de noviembre) será dirigido por Kynan Johns al frente de la European Royal Ensemble. Clausurará la temporada Jesús Amigo junto con la Orquesta Excelentia el 22 de diciembre con el Concierto para violín y orquesta de Mendelssohn y la «Sinfonía del Nuevo Mundo» de Dvorák.
Renovación
La temporada de la Fundación se presenta plural y renovada con una gala lírica de ópera y zarzuela, un concierto con un coro de niños franco-español, y un concierto que celebra el establecimiento de las relaciones diplomáticas entre España y Corea del Sur, a lo que hay que unir la presencia del maestro George Pehlivanian,  que esta temporada se hará cargo de la Filarmónica Excelentia.
 

75.653 espectadores asistieron in situ en el Camp Nou al fin del ciclo más dulce que se recuerda, a la respuesta más fulminante que se puede dar a los que creían ver en la derrota del pasado martes ante el Rubin Kazan la inminente llegada del apocalipsis. Frente a la campaña orquestada desde Madrid para intentar poner nervioso tanto al equipo como al entorno culé, el conjunto de Pep Guardiola opuso lo que mejor sabe hacer: jugar al fútbol como los ángeles. A aquellos que reclamaban descanso para Leo Messi, el argentino les 'dedicó' jugadas maravillosas y un gol de cine. Para aquellos que criticaban la estaticidad de Ibrahimovic, el sueco dejó un recital de desmarques, dos goles, una asistencia y hasta dos tantos anulados. Para los que pensaban que la segunda línea azulgrana había perdido su llegada, Keita regaló un 'hat trick'. Además, la habitual presión y recuperación rápida de balón, la veloz circulación, las bonitas combinaciones y hasta un par de intervenciones de Valdés. Todo unido desarboló a los maños. Volvieron a la grada del Camp Nou la ola, los cánticos y las ruidosas ovaciones. Lo dicho, un señor fin de ciclo.

Cierto es que si existe un rival en toda la historia de Primera División sobre el que la majestuosa figura del Camp Nou ejerce toda su poderosa influencia ese es el Real Zaragoza. Lo que sufre el conjunto aragonés en el coliseo azulgrana es el miedo escénico en lo más puro de su concepto. Da igual que lo entrene Boskov, Beenhakker, Víctor Fernández o Marcelino. Da igual que su concepto del fútbol sea más o menos ofensivo. Da igual que en sus filas formen jugadores como Arrúa, Rubén Sosa, Cafú, Esnaider o el mismísimo Gabi Milito. Hasta da igual que, como ayer, el equipo 'blanquillo' vistiera de amarillo, quizás para espantar males (aunque un supersticioso nunca hubiera elegido ese color) o quizás para, con esa luminosidad, dar sensación sobre el terreno de juego de ser más.

Desde hace ya 45 temporadas se repite el ritual y casisiempre los tres puntos acaban en el zurrón azulgrana, salvo algún empate muy esporádico. No vale recordar que el Zaragoza ganó 4-5 en la Supercopa de 1995 (el Barça llevaba un 0-2 de la ida) ni que recientemente se impusiera 0-1 por dos veces en Copa (en ambas quedaba la vuelta por jugar). No hay otro equipo en toda la geografía española que presente peores registros y al que le tiemblen tanto las piernas nada más subir las escaleras que conducen desde los vestuarios hasta el césped. Anoche no fue una excepción. La defensa de la cuatro 'pes' (Pulido, Pablo Amo, Pavón y Paredes, tres de ellos descartados en verano) dio una triste imagen de equipo de 'pepas' que al menos tuvo el buen gusto de no dejar ni una patada indecorosa. El Barça lo disfrutó y dio cumplida respuesta a quienes esperaban otro tropiezo