Un mes y medio después del regalo público, de un fallo adolescente en el templo de la sofisticación y de un título mundial que Ferrari tenía en la mano de Fernando Alonso, ningún árbol ha perdido sus ramas en la casa del «cavallino rampante». A nadie se le hinchó la vena con destituciones y despidos por el estropicio de Abu Dhabi. No hay revolución en Ferrari. Ni la habrá.
«Somos italianos y calientes, pero somos un equipo. Ganamos y perdemos juntos», dijo en el fastuoso emirato del golfo Pérsico Luca di Montezemolo, el hombre que toma las decisiones en Ferrari. El pelotón de fusilamiento, enc...