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Opinioón / Peor que en 2012

Las primeras palabras que me vienen a la cabeza al escuchar la palabra Olimpiada son compañerismo, convivencia e ilusión. Ilusión porque, aunque yo participé en fútbol y no es el deporte olímpico por excelencia, convivir durante unos días en la ciudad olímpica me hizo darme cuenta del buen rollo que predominaba. Es la ilusión de un país y sobre todo de una ciudad que se implica con cientos de voluntarios sin ánimo de lucro por que todo salga, como ocurrió en Barcelona, a las mil maravillas.
Con 20 años pude disputar un evento tan importante viniendo de un equipo como el Cádiz. Allí me encontré a compañeros que venían de ganar la «Champions», como los del Barça, o la Copa del Rey, los del Atleti. Pero con la inocencia de entonces tirábamos todos para el mismo lugar. Siempre he dicho que la medalla de oro me la tomé como la medalla de futbolista. A partir de entonces tuve la sensación de que podía vivir de ese deporte. Hasta entonces siempre estuve en la duda de saber si era o no mi destino.
 La pena es que el espíritu olímpico lo vimos de pasada. Sólo estuvimos día y medio en la Villa olímpica porque el resto del torneo lo jugamos en Valencia. De Madrid me quedo con el agradecimiento a toda una ciudad que, si algo me ha demostrado siempre, es ser hospitalaria. No tengo dudas de que estaba capacitada para hacer unos Juegos inolvidables.  Lo demostraron los cientos de miles de personas que estuvieron en Cibeles, todos con el gesto de la mano abierta. Me encantó que, como si fuesen costaleros, todos arrimasen el hombro dejando a un lado asuntos políticos deportivos; lo que primaba era el desafío y el objetivo de un pueblo  y unos deportistas.
En Barcelona sólo había una dirección, cargada de ganas y de orgullo. Veía exactamente lo mismo en Madrid, mucha gente comprometida, en las calles, en los medios, con todo el mundo muy involucrado, exageradamente involucrado. Ha sido un «palo» peor que lo de 2012.

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