Cuando el recién creado Partido Justicia y Desarrollo (AKP) se presentó a las elecciones en 2002, nadie podía prever el terremoto político que iba a suponer. Tras una campaña basada en la lucha contra la corrupción -«AK» significa «puro» en turco-, el islamista AKP obtuvo un sorprendente 34,3% de los votos, a pesar de las sospechas de las viejas elites secularistas que aseguraban que el partido de Erdogán -quien en su juventud se negaba a estrechar la mano de las mujeres- tenía una agenda oculta para islamizar el país.
Pero, una vez en el gobierno, su política reformista, de libre mercado y pr...