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El sonetista que no sabía morir

Luis Gaspar, cansado de haber sido acribillado en un sinfín de spaghetti western, no quiere irse de aquí sin haber contado en verso su teoría sobre el origen del hombre

Desde la terraza del bar se advierte el traje de luces de una tragaperras y un individuo que hace desaparecer calderilla rendija abajo. "Todo el mundo se lamenta de su suerte, pero apuesta por ella", reflexiona Luis Gaspar con la prudencia que proporcionan varios metros de distancia y más de siete décadas de vida. La suya, su suerte, fue la de una moneda que lanzó al aire en Burgos y cayó de canto en Madrid, adonde llegó fugado de la casa de sus padres para convertirse en actor.

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