En España tenemos siempre la costumbre de no afrontar los problemas en serio y menos en verano. En plena ofensiva de ETA, utilizando la violencia para conseguir una negociación con el Gobierno; en plena recesión económica, de la que ni el optimismo del presidente norteamericano nos puede sacar, es un auténtica frivolidad, acudir al frentismo político para ganar posición. A pesar de la disminución del paro producida en los dos últimos meses, se nos está adelantando un incremento sin precedentes para el mes de octubre y nos enfrentamos a una gripe A de consecuencias inciertas. Todo esto debería determinar un cierre de filas de nuestros dirigentes, la búsqueda de consensos, de espacios comunes y sobre todo de soluciones. Nos jugamos mucho.
Mientras tanto tenemos todas nuestras instituciones inmersas en un continuo cuestionamiento, con funcionamientos deficitarios, nuestro modelo de Estado todavía sin perfilar, a la espera de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto de Cataluña, una ausencia de consenso sobre qué hacer con nuestro mercado laboral, cuestionado en sus principios por un sinfín de expertos. El panorama se antoja difícil y máxime cuando España va asumir la Presidencia de la Unión Europea. España es un país con un peso importante en Europa. Todo ello aconsejaría que en primer lugar el Gobierno, y en segundo lugar el resto de fuerzas políticas, se miraran de frente y pensando en el ciudadano, y no sólo en el mantenimiento del poder, comenzaran a buscar soluciones ante esta plaga de problemas. Dejar todo ello al albur, es una grave irresponsabilidad, pensar que la esperada recuperación mundial va a arrastrar a España de igual manera es una utopía. Tenemos problemas propios que sólo nosotros podremos resolver, nadie más. Si seguimos enfermos, cuando llegue la recuperación, esta será muy lenta y a largo plazo, algo que incluso para los que su único plazo es el de cuatro años de legislatura puede ser fatal.
En este entorno se imponen responsabilidad, seriedad, abandono del frentismo, pactos y cogobernabilidad. En democracia además de ser hay que parecer, y para ello debe producirse un esfuerzo por parte de quien ejerce el poder de transmitir la sensación de que lo está haciendo conforme a las reglas del juego y no con abuso. Ello requiere a veces dar explicaciones. El equilibrio entre Gobierno y Oposición, no es un equilibrio de fuerzas iguales. El Gobierno tiene una situación de superioridad legítimamente ganada en las urnas, pero que debe administrar con sentido común y sobre todo con respeto al adversario. Ejercicio responsable del poder y lealtad, es un binomio necesario en una democracia y máxime en estos momentos, por eso no se puede exigir lealtad sin responsabilidad, ni responsabilidad sin lealtad. Como en toda regla de fuerzas, hay una acción y una reacción, y ello exige que primer se ejerza el poder con responsabilidad y luego se espere lealtad. Como ya he dicho en otra ocasión «Sectarismo e imposición, es un binomio letal para una sociedad. Ortega nos transmitió con claridad su gran critica a la República tan ansiada por el mismo, su sectarismo. Fue para el Filósofo, la mentira y el sectarismo de los primeros pasos de la República, lo que hizo rechazarla a muchos de los que la trajeron». Conocemos la historia, y a pesar de las diferentes visiones sobre la misma, sabemos lo que ocurre cuando se hacen mal las cosas.