Fue el máximo representante del Gobierno Central del Partido Popular en Ceuta durante seis años (1998-2004). Implicado en casos de corrupción (lo común entre los cargos de su formación política), Luis Vicente Moro está de nuevo en la palestra mediática debido a unas grabaciones en las que conversa con el sinvergüenza Ignacio González acerca de la posibilidad de montar unos cuantos “puticlubs con habitaciones cojonudas” por la zona de Palencia. El nivel de asco que produce esta gentuza repudia a cualquiera con un mínimo de sensibilidad.

No sólo hablamos de corruptos. Hablamos de una gente que no entiende la vida sin explotación. Da igual que nos refiramos a los negocios, a la labor política, a las relaciones laborales, sociales o íntimas. Para tipos como Moro y González, la jerarquización y la sumisión son elementos absolutamente naturalizados en la vida diaria. Y ellos, por supuesto, forman parte de quienes mandan y someten, nunca de quienes sufren y obedecen. Por eso hablan con esa alegría de la prostitución, es decir, de hacer dinero con el alquiler y disfrute del cuerpo de la mujer. Apenas ven ningún dilema en ello. Tienen tan interiorizado que “el otro” existe para serles útil y producirles algún tipo de beneficio que, aun siendo perfectamente conscientes de las relaciones de poder injustas que hacen posible la trata, no ven nada malo en sacar tajada, en contribuir a la esclavitud de mujeres. Porque una “casa de putas” (otro término utilizado por estos depredadores) es eso: un centro de esclavitud.

¿Por qué gente hemos estado y seguimos estando gobernados? Miremos donde miremos, todo en el Partido Popular está manchado, cada descubrimiento relacionado con las prácticas de sus responsables o ex responsables supone un escalón más en la degradación de nuestra vida pública. Un grado más de repugnancia moral. ¿Cuántos “casos aislados” son necesarios para que dejemos de hablar de casos aislados y poder decir, sin ambages, que el PP no es un partido con casos de corrupción sino una organización corrupta con forma de partido? Afirmar tal cosa no es decir, como nos achacan los defensores de la trama, que “todos y cada uno de los cargos” (o incluso de los militantes) del PP sean corruptos. Claro que no. Si hubiera que partir de ahí (de un 100% de delincuentes), jamás sería posible decir que ninguna organización política o social es una organización corrupta. Es ridículo. Por simple estadística, siempre habrá gente honrada dentro de cualquier gran colectivo.

Cuando hablamos de estructuras corruptas, nos referimos a organizaciones en las que la corrupción opera de manera natural e institucionalizada, organizaciones en las que el funcionamiento normal y diario depende de relaciones de poder basadas, en última instancia, en la corrupción. Con todo lo que sabemos del partido del gobierno y de sus principales cuadros (es decir, de aquellos que ostentan cotas de poder considerable) resulta difícil mantener de manera seria que el Partido Popular no se corresponde con cualquier descripción de corrupción estructural.

Ahora sabemos que Luis Vicente Moro, además de un posible corrupto, es alguien que no ve mal que se haga negocio con la sumisión y la explotación de las mujeres. En 1998, un gobierno del partido que actualmente nos gobierna pensó que un tipo como este era el idóneo para hacerse cargo de la seguridad y la frontera de nuestra ciudad, del mismo modo que su “compinche”, Ignacio González, era perfecto para gobernar la principal Comunidad Autónoma de nuestro país. Insisto: ¿en manos de qué clase de gente estamos?