En las discusiones acerca de lo que ocurre en Catalunya, es común la apelación a argumentos antinacionalistas por parte de quienes se oponen a que el pueblo catalán pueda expresar en unas urnas qué clase de relación jurídica quiere con el resto del Estado. El nacionalismo es algo malo, dicen, una aseveración que, de un lado, no hace distinción alguna entre los diferentes universos simbólicos que pueden constituir las distintas identidades nacionales y que, de otro, asume que cualquiera que esté a favor de un referéndum es, automáticamente, un nacionalista. Dos errores que lastran la posibilidad de cualquier debate serio.

curiosamente, quienes critican con más dureza el nacionalismo catalán (retrotrayéndose a las guerras mundiales y lo que ocurrió en la extinta Yugoslavia) suelen hacerlo con el banderón español colgado de su balcón.

En primer lugar, no sé muy bien por qué “todo nacionalismo es siempre malo”. Esto es algo que debería de explicarse. Curiosamente, quien escribe estas líneas “a favor” de la posibilidad de que puedan existir nacionalismos diferentes es alguien que siempre ha sufrido cierta “alergia” por las banderas, los himnos, los golpes en el pecho y el recurso a “la patria” como argumento. Y curiosamente, también, quienes critican con más dureza el nacionalismo catalán (retrotrayéndose a las guerras mundiales y lo que ocurrió en la extinta Yugoslavia) suelen hacerlo con el banderón español colgado de su balcón. En realidad, no están en contra del nacionalismo, sino que defienden el suyo: el nacionalismo español.

Del mismo modo que muchos dogmáticos de izquierda deben dejar atrás la creencia de que todo sentimiento religioso es siempre malo y entender que, en no pocas ocasiones, la fe puede ser un elemento a favor de las luchas de emancipación (hay muchos ejemplos históricos como el cristianismo de base, la teología de la liberación, etc.), debemos desterrar el dogma de que el único nacionalismo posible es un nacionalismo imperialista, supremacista y opresor. Nada tiene que ver Marine Lepen diciendo “Francia para los franceses” que el pueblo argelino gritando “Argelia para los argelinos” en su lucha de descolonización. Nada tiene que ver el nacionalismo español centralista y silenciador de las diferencias impuesto desde siempre por nuestra derecha con la apelación al sentimiento nacional de diferentes gobiernos de América Latina.

dar argumentos en contra o a favor del nacionalismo o los nacionalismos es llevar el debate a otro lugar

Hay un nacionalismo chovinista y pueden existir sentimientos nacionalistas que identifiquen a la nación con las luchas de las minorías, el respeto a los Derechos Humanos, la preservación de una cultura o la soberanía económica. Pretender movilizar todos estos valores en torno a un concepto determinado de nación es, simple y llanamente, asumir que la sensación de pertenencia a lo que Benedict Anderson llama “comunidades imaginadas” es un elemento con el que hay que contar a la hora de hacer política. Huelga decir (o a lo mejor no, quién sabe) que nada de lo dicho anteriormente supone una defensa del caso concreto del nacionalismo catalán (no analizado), sino una invitación a ser más rigurosos a la hora de abordar el nacionalismo o, mejor dicho, los distintos nacionalismos. Sobre todo cuando lo hacemos desde un evidente sentimiento nacionalista (español).

En segundo lugar, el debate acerca de Catalunya no es tanto un debate sobre si nacionalismo sí o nacionalismo no, sino sobre si, aun considerándonos no nacionalistas, pensamos que cuando la mayoría de un pueblo (tanto independentistas como no independentistas) desea expresarse en unas urnas acerca de una cuestión concreta, la opción de facilitarles tal posibilidad es algo razonable o, por el contrario, pensamos que lo inteligente es la prohibición, la mano dura y la aplicación a rajatabla de una legalidad caducada que ya no sirve para dar solución al problema político en cuestión. Partiendo de esta premisa, dar argumentos en contra o a favor del nacionalismo o los nacionalismos es llevar el debate a otro lugar. Y cansa bastante.