En esta ocasión, mi columna no incluirá respuesta alguna a las críticas vertidas desde el anonimato en ocasiones anteriores, ni tampoco incluirá comentario alguno en relación a las manifestaciones efectuadas la semana pasada por los distintos líderes políticos de la ciudad. En la columna de esta semana, compartiré con los lectores de este medio de comunicación algunos pensamientos en relación al esperado y deseado anuncio de cese definitivo en la actividad armada presentado a la ciudadanía el pasado jueves día 20 de octubre por la banda terrorista ETA, justamente un mes antes de la celebración de las Elecciones Generales.

Sin ninguna duda, la cautela debe ser la nota predominante tras el anuncio efectuado por esta banda de criminales cincuenta años después de su fundación, tras haber asesinado brutalmente a 829 personas y heridas de diferente gravedad a miles y miles de hombres, mujeres y niños. Víctimas inocentes de la barbarie criminal de quienes, una vez más, han dado muestra fehaciente de su falta de arrepentimiento al elaborar un comunicado que tan solo homenajea a los miembros fallecidos o encarcelados por mandato judicial de entre sus propias filas.

No obstante, a pesar de esta ausencia total de arrepentimiento, es el momento de los demócratas convencidos, de quienes hemos sido capaces de contener nuestra indignación anteponiendo en todo momento el Estado de Derecho al sentimiento más primitivo, la venganza. Ahora, más que nunca, el convencimiento debe ser la nota predominante en un proceso felizmente iniciado, que deberá llevarnos sin remisión aunque, con las correspondientes precauciones, al cese definitivo de toda actividad armada. A partir de estos momentos, serenidad, paciencia, compromiso, lealtad y en todo momento, máximo respeto a un Estado de Derecho subordinado plenamente al orden jurídico establecido.