No pasa un día sin que tengamos una nueva mala noticia sobre la situación económica. Unas veces nos viene en forma de cifras de paro. Otras en forma de empresas que quiebran. Aunque también los titulares de prensa pueden contribuir a generar mayor situación de pánico entre las gentes. Por ejemplo, ayer aparecía en diversos medios una frase: 'el mundo se encamina a la ruina'. Se hacía al dar la noticia sobre el mensaje de Navidad del Papa Benedicto XVI. Aunque, cuando se lee la información completa, el mensaje no es tan catastrofista, ni está tan falto de razón.
Efectivamente, lo que el Papa decía era que si cada uno sólo piensa en sus intereses, el mundo se encamina a la ruina. Y posteriormente, cuando se refería a la situación de la infancia en el mundo aclaraba que esto se producía donde se 'atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se está haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar'. Bernard L. Madoff pasaba por ser uno de los más reputados inversores de la bolsa de NuevaYork. Ha estafado a medio mundo, financieramente hablando, porque en número de personas no son tantos. Sin embargo, en riqueza acumulada, podrían acaparar el equivalente a unos cuantos cientos de países, o millones de personas. Da igual. En las cuentas de los grandes capitalistas del mundo actual, lo que cuentan son los millones de dólares o de euros. El problema es que todos estos desaguisados los pagamos entre todos. La economía se divide en dos partes. Por un lado está la economía real. Por otro está la economía financiera. En la economía real se produce, se crean empresas, se generan empleos, se venden productos, se compran mercancías. En la economía financiera se compran y venden las acciones o participaciones de estas empresas de la economía real. Si el mercado funcionara correctamente, este mecanismo serviría para dar liquidez a la economía real. Lo que ocurre es que la avaricia es mayor que lo que en realidad somos capaces de producir, y se juega con las expectativas de beneficios. De esta forma se pueden formar enormes masas financieras, sin base real, que cuando revientan, como ha ocurrido ahora, se dejan unos cuantos millones de afectados en el camino. Trabajadores que se quedan sin empleo. Pensionistas que ven disminuir los valores de sus pensiones hasta límites insospechados. Ahorradores que pierden sus ahorros porque los bancos no pueden hacer frente a sus obligaciones. Pequeñas empresas que no pueden hacer frente a sus compromisos porque los bancos no les prestan dineros. Madoff realizaba un juego piramidal con los dineros de millonarios del mundo entero. Los nuevos millonarios captados financiaban los beneficios de los antiguos. Mientras que esta bola estuvo rodando, no hubo problema. Pero cuando algunos reclamaron sus ahorros, consecuencia de la enorme crisis de liquidez que azota a las economías desarrolladas, el Señor Madoff no pudo devolverles su dinero. Ocurre igual que con los bancos. Con el dinero de los ahorradores, se financian los préstamos de los consumidores o inversores. El problema está en el momento en el que todos quieren retirar sus ahorros a la vez del sistema financiero. Se produce la quiebra. Como ocurrió en Argentina. Y entonces sólo pueden garantizar una parte de los ahorros que hemos depositado en las Entidades financieras. Es decir, el mundo, y la economía que lo hace funcionar, se mueven sobre unos cimientos poco sólidos. Fundamentalmente porque están sustentados sobre la avaricia y la insolidaridad de la mayoría. ¿O es que cuando se juega a la especulación en la bolsa, por ejemplo, los beneficios que unos obtienen no lo son a costa de las pérdidas de otros?. En definitiva, que el Papa llevaba razón. La codicia humana nos puede llevar al desastre. Pero esto ya lo decía Carlos Marx, Bakunin, y los grandes revolucionarios de la historia del Movimiento Obrero. Por tanto, quizás estamos llegando a lo que ya algunos predijeron acerca de la crisis global del capitalismo mundial. O quizás estamos ante una crisis pasajera más. Sea lo que sea, no debemos olvidar que lo que unos ganan, lo pierden otros, pues la tarta sigue siendo la misma para todos. De cualquier forma, tengamos Salud y Felicidad en el Año Nuevo.