Barack Hussein Obama ha tomado posesión como el presidente número cuarenta y cuatro de los Estados Unidos de América. El hecho ha sido calificado como histórico por varios motivos. Primero por ser el primer presidente negro de ese país. Segundo, por la esperanza que en él han depositado millones de personas en todo el mundo. Y tercero, porque todos creen que va a ser el que saque al capitalismo de la última crisis global en la que se encuentra, la más importante y grave de los últimos 70 años, según la opinión de casi todos los expertos.
A juzgar por la cobertura mediática que se está dando a la noticia, parece como si estuviéramos ante un auténtico milagro, o ante la llegada de un nuevo mesías. El tiempo dirá cómo queda toda esta historia. Pero de lo que no hay duda es de la capacidad que ha demostrado ese país, una vez más, de encandilar a casi todo el mundo. En circunstancias normales, conforme a los manuales clásicos de la lucha social, la crisis global en la que se encuentra el sistema capitalista debería de haber conducido ya a bastantes países a una situación 'prerrevolucionaria'. Y las internacionales sindicales de trabajadores deberían estar preparando ya a los proletarios del mundo para la lucha final. Sin embargo, nada de esto ocurre. La esperanza de los gobernantes y de miles de ciudadanos está puesta en un hombre. Que cree en Dios, sí, pero que sólo es un hombre. No confiamos en los organismos internacionales, ni en los bancos de desarrollo, ni en las internacionales obreras, ni en nosotros mismos y nuestra capacidad transformadora. Sólo en un hombre. Y esto puede ser muy negativo, y peligroso. La historia está llena de ejemplos de este tipo con consecuencias fatales. Efectivamente, no podemos negar la frescura del mensaje de Obama, ni la importancia que tiene el hecho de ser el primer hombre negro que llega a la presidencia de los Estados Unidos de América. Pero esto también nos debe hacer reflexionar sobre el motivo de considerar extraordinario algo que debería ser normal, si en el mundo no siguiera instalado el racismo. Lo mismo se podría decir cuando celebramos que una mujer, o un inmigrante, llegan a puestos importantes de la política o la economía. O incluso cuando vemos como un enorme avance la declaración de una zona como parque natural, o la peatonalización del centro de una ciudad. No nos damos cuenta que son la consecuencia de un desarrollo económico insostenible. Pero lo que más me llama la atención es la mezcla de ideologías y de intereses que se está produciendo. Parece como si el mestizaje hubiera llegado también a la política, a las finanzas, e incluso a la guerra. Por ejemplo, Obama, que es demócrata, llega al poder poniendo como ejemplo al presidente americano que acabó con el esclavismo, Abraham Lincoln, que era republicano. Nombra Secretaria de Estado a Hillary Clinton, que fue su rival en las elecciones, o mantiene al Secretario de Defensa de Busch, Roberts Gates. Y su figura está siendo reivindicada por personajes políticos de todas las ideologías. Rajoy, Zapatero, Sarkozy, Gordon Brown. Pero en el mundo académico de la economía está pasando algo parecido. Los liberales alaban y reivindican la figura de Keynes, y los keynesianos dicen que Milton Friedman no tenía desenfocados sus pensamientos. Y los que antes veían mal que el Estado interviniera en economía, ahora lo ven perfecto, sobre todo si ayuda a la banca y a las empresas del sector automovilístico. También en el mundo de la política. Así presidentes de 'izquierdas' como Zapatero nos dicen que le van a pedir a los banqueros que den préstamos a empresas y a trabajadores, en lugar de nacionalizarlos, por aquello de la función social de la propiedad que proclama nuestra Constitución. Y presidentes de 'derechas' como Sarkozy nos dicen que en Palestina hay que formar un gobierno contando con los de Hamas, a pesar de sus cohetes. O en el del sindicalismo, cuando sindicatos británicos proponen rebajas de hasta el 10% de los salarios, para mantener el empleo. Pero yo no creo en los milagros. Sigo confiando en la capacidad de superación del ser humano. Y en que sepamos distinguir lo que es puro espectáculo, de lo que realmente importa. Quizás así podamos llegar a comprender que la crisis actual, además de financiera, es una crisis de valores y de principios. Por esto ha tenido tanto éxito el mensaje de Obama. Y también por eso mismo hemos de entender que en Obama sólo no está la solución.