Durante el acto de clausura de la XVII Cumbre Iberoamericana de Santiago Chile la pasada semana, el Rey de España mandó callar al lenguaraz Hugo Chávez. Todos hemos sido testigos, pues el vídeo de la reunión se ha repetido en los más diversos foros y medios de comunicación, de que era el Presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, el que estaba en el uso de la palabra, y que además, defendía con muy exquisitas formas, quizás demasiado, el honor del anterior Presidente español, José María Aznar, injustamente vilipendiado por éste señor. Fue entonces cuando el Rey Don Juan Carlos le espetó con el ¿por qué no te callas?. Posiblemente se trató de un acto reflejo de autodefensa. Incluso algunos piensan que no tenía que haber reaccionado de esta forma, pues debería de haber sido la presidencia de la cumbre la que mandara callar al venezolano. Para mí fue una reacción muy humana de un gobernante que se sintió herido en lo más profundo de su ser. Todo un símbolo con el que me siendo plenamente identificado, como español y como persona.

Seríamos injustos si no reconociéramos, como dice Ignacio Ramonet en Le Monde Diplomatique, que durante el mandato de Hugo Chávez en Venezuela, "....entre 1999 y 2005 la pobreza disminuyó del 42,8% al 33,9%, mientras que la población que vive de la economía informal cayó del 53% al 40. Este retroceso de la pobreza permite sostener con fuerza el crecimiento, que en el curso de los tres últimos años fue de un 12% promedio, entre los más altos del mundo, estimulado por un consumo que ha aumentado un 18% por año...". Pero esto no autoriza al gobernante venezolano a insultar en público a otro Jefe de Estado. Y mucho menos a interrumpirle de forma insolente durante su intervención.

Siempre me ha apasionado el Derecho Internacional. No sé si como consecuencia de mi vocación cosmopolita o porque en el mismo no encaja el concepto de súbdito. Al contrario que ocurre con el Derecho interno de los países, en el que el poder del Estado es omnímodo, aunque esté controlado y auto limitado por las modernas Constituciones; en las relaciones internacionales todos son iguales. No hay un gobernante con más poder que otro, al menos jurídicamente hablando, pues todos están representando a sus respectivas naciones y ciudadanos. Por eso es tan complicado llegar a Acuerdos Internacionales. Y por esta razón también, un Estado puede ejercer de "objetor persistente" durante años y oponerse a la decisión de la mayoría de países. Por todo ello tiene tanta importancia el lenguaje y los símbolos en el mundo diplomático. El silencio también. Lo que no es admisible es una salida de tono, un puñetazo en la mesa. Entre otras razones, porque al hacerlo estás afeando a todos los que representas, tus conciudadanos, y ofendiendo a los del otro país, representados en ese momento por el respectivo Jefe de Estado.

Pero como casi todo en la vida, siempre hay excepciones. Pues además de gobernantes, también son personas humanas. Y cuando a un Jefe de Estado se le olvida que representa a su pueblo, como  le ocurrió a Hugo Chávez, es comprensible que el Jefe del Estado que representa a la nación ofendida reaccione también como persona. En este caso, queda claro que las buenas formas de Zapatero y el silencio (¿cómplice?) de la anfitriona, la Presidenta de Chile Michelle Bachelet, no eran suficientes para callar al dictadorzuelo venezolano, acostumbrado como está a llamarle asesino al Presidente de los Estados Unidos, a intimar con los dirigentes de Irán, en contra de toda la comunidad internacional, a reprimir a su oposición interna, a decir lo que le viene en gana en su programa de televisión oficial y a comportarse más como un showman, que como un digno representante del pueblo venezolano.

Por todo ello, la actuación del Jefe del Estado Español, tanto el incidente con Hugo Chávez, como en el viaje a las ciudades de Ceuta y Melilla, ha sido sobresaliente, tanto desde el punto de vista humano, como desde la perspectiva diplomática y de Derecho Internacional. En esto discrepo de mi paisano y amigo Francisco Garrido de los verdes.