- Tras la victoria del antifascismo en la II Guerra Mundial, los señores del poder del bloque occidental, debido al miedo que les producía la irrupción de una posible revolución como la de la URSS, reconocieron ciertos derechos a las clases trabajadoras.

Triunfa el modelo económico redistribuidor de Keynes y comienza la época dorada de eso que conocemos como socialdemocracia, un tercera vía que reconoce al capitalismo como sistema dominante siempre y cuando queden al margen de la lógica mercantil ciertas áreas como la Educación, la Sanidad o las pensiones. A partir de los años 70, la cosa comienza a cambiar. El keynesianismo pierde hegemonía en las facultades de Economía, surgen Pinochet, Thatcher y Reagan y empieza a imponerse el modelo neoliberal, sistema basado en la privatización del sector público, la desregulación financiera, la desindustrialización y las deslocalizaciones, el traspaso de peso de la economía productiva a la economía especulativa y el empobrecimiento de las clases populares. Se crea una bola que revienta en 2007-2008. Crisis.

El partido político que por antonomasia ha representado a la socialdemocracia en España ha sido el PSOE, un partido que aunque bien es cierto que desde que llegó al poder en 1982 de la mano de Felipe González ha traicionado en numerosas ocasiones las aspiraciones del trabajo frente al poder del capital, permitió la consagración de ciertos derechos. En cambio, las medidas claramente de derechas adoptadas por el Gobierno de Zapatero durante su segundo mandato nos mandan un mensaje claro: ya no hay sitio para la socialdemocracia. Ahora, muchos militantes del PSOE, entre los que no dudo que haya personas honestas que de verdad hacen política para mejorar la vida de la gente, reconocen los errores de hace unos años e insisten en que su partido debe alejarse del neoliberalismo y acercarse más a la izquierda.

Pero la pregunta es: si hace apenas dos años no había espacio para aplicar políticas socialdemócratas, ¿lo hay ahora? El PSOE, al igual que la socialdemocracia europea, aceptan la legitimidad de la deuda, de la Troika y de las bases que determinan la acción de los Gobiernos nacionales. El PSOE, junto al PP, hizo de la venta de la soberanía ley constitucional al reformar el artículo 135 de la Constitución. Haciendo todo esto, aceptando el poder que en última instancia nos oprime, es absolutamente imposible realizar políticas medianamente progresistas.

La única forma de realizar políticas que garanticen los derechos sociales es desafiando a esta Europa. Y eso, hoy por hoy, rompe con la lógica socialdemócrata de aceptar la legitimidad del capitalismo. El poder económico está demostrando que la única forma que tiene de sobrevivir es invadiendo las líneas rojas que se le impusieron tras la II Guerra Mundial. Busca nuevos mercados y necesita reventar nuestros derechos para hacer negocio. Es lo que se conoce como “acumulación por desposesión”, eliminar derechos para que pasen a ser espacios de ganancia. Hay que ser radical. O se rompe con la Troika y se deja claro a los tenedores de deuda que antes que sus intereses está la dignidad del pueblo o aceptamos el sistema que nos imponen con todas sus consecuencias. Ya no valen medias tintas. Ellos lo saben y actúan en consecuencia. La época de convivencia se ha agotado. El Partido Socialista ha demostrado muchas veces cuál es su bando. Es un partido de régimen que no cuestiona el poder y que sigue al dedillo las directrices de organismos que, como el FMI, demuestran no ser nunca favorables al interés ciudadano.

América Latina lo sabe bien, ya que sólo comenzó a avanzar cuando rompió con el FMI y con los bipartidismos (conservador-socialdemócrata) que amparaban las políticas de ajuste. La situación en África, tras el paso de estos “expertos” en economía tampoco es muy positiva. Como dice el profesor Razmig Keucheyan: “En los años ochenta, los estados africanos entran en crisis, situaciones agravadas por los “Programas estructurales de ajuste” impuestos por el FMI y el Banco Mundial. La intervención de esos organismos internacionales desencadena privatizaciones masivas mediante las cuales los Estados se despojan de los recursos que controlaban, lo que genera un aumento drástico del nivel de violencia colectiva: guerras civiles, separatismos, luchas por el poder central...Desde entonces, el Estado ya no posee el monopolio de la violencia, se vuelve cada vez más incapaz de recaudar impuestos y, por lo tanto, de hacer funcionar sus administraciones”.

La socialdemocracia es imposible porque estamos en un momento en el que los poderosos sólo pueden preservar sus privilegios a costa de llevarnos al subdesarrollo. Hoy, defender los Derechos Humanos y la democracia es revolucionario. No se puede convivir con quien te dice que para existir necesita destruirte. Los intereses del capital pasan hoy por destruir la convivencia en la que teóricamente se fundamenta la socialdemocracia. O ellos o nosotros, así de sencillo.