- Los defensores de las políticas con las que este Gobierno reaccionario lleva castigando al pueblo español durante más de un año demuestran día a día lo poco que pintan las personas en su idea de gestión.

Para ellos, lo único que importa son los números y las órdenes que desde Europa se han marcado. Hay que cumplir con los objetivos de déficit, aunque para ello haya que dejar al país en los huesos, sin derechos y sin aspiraciones. Hay que pagar la deuda familiar, aunque haya que dejar a los niños sin comer.

El Partido Popular, a través de sus propagandistas, nos muestra con números el efecto positivo que sus recortes y sus métodos de arrasamiento y destrucción están teniendo sobre nuestras vidas de precarios, parados, estudiantes sin futuro, emigrantes y explotados. La sinrazón y la desvergüenza de estos voceros de la derecha es tal, que algunos hasta presumen de la “ayuda” de 100 millones que nos llegó hace meses desde Europa.

Todos sabemos que Europa no regala nada, que sus “rescates” y sus “ayudas” son de todo menos rescates y ayudas, pero ellos presumen y vacilan, nos toman por idiotas porque están crecidos, porque saben que sus juegos malabares con el lenguaje y con los números cumplen con su objetivo en gran parte del imaginario colectivo. También alardean de destruir menos empleo que el PSOE. Ellos no crean trabajo, pero le dan la vuelta y utilizan el “tú eres peor” para justificar su ineptitud y, en definitiva, para echar balones fuera y seguir engañando.

Eso sí, no hablan de que gracias a su reforma laboral, el trabajador ha pasado a ser mera mercancía sin derechos en manos del empresario. Para el Partido Popular, el trabajo no es una labor humana que aporta dignidad, de la que depende el pan de la gran mayoría de la sociedad y que no debe regirse por las leyes puramente mercantiles. No son capaces de distinguir entre personas y máquinas, sólo distinguen entre pérdida y ganancia. Disfrazan la funesta realidad que han creado para el currante hablando de “flexibilidad laboral”. Cosas del lenguaje. Y cosas de los pelotas que se dedican a repetir mecánicamente las mentiras lanzadas desde las poltronas de estos manijeros del poder económico.

Se me revuelve el estómago cuando leo barbaridades insultantes como “una reforma educativa que mejora el empleo de los jóvenes” a la vez que el Ministro de Educación José Ignacio Wert se ve obligado a suspender conferencias porque las voces de protesta contra su gestión se oyen cada vez con más y más fuerza, a la vez que millones de universitarios dejan la carrera porque no pueden hacer frente a los precios de las matrículas y maestros son despedidos mientras las aulas se llenan de niños.

A los babosos que vitorean continuamente al poder, todo esto les trae sin cuidado porque en su religión basada en el único dogma de lamer las almorranas a los de arriba no hay cabida para la generosidad o el bien colectivo. Su praxis se basa en el egoísmo y el oportunismo. Esconden los indiscriminados ataques contra las clases populares tras tecnicismos, porcentajes engañosos, cortinas de humo y datos vacíos que sólo reflejan comparaciones estúpidas con el anterior Gobierno.

Apoyan la labor del Ejecutivo basándose en los aplausos de las autoridades europeas (no es nada extraordinario que aquellos que ordenan recortar festejen los recortes) y en un vocabulario financiero que la gente de a pie no entiende. Hablan continuamente de ese despilfarro que había que frenar como fuera (aunque repito por enésima vez que la Administración pública es la que alberga la menor parte del total de nuestra deuda) para así justificar sus tropelías.

La crisis está sirviendo para que el Partido Popular lleve a cabo el modelo de sociedad que siempre ha querido y nunca ha podido aplicar, para cargarse todos los derechos de los obreros, para cargarse la Sanidad y la Educación, para regalarles la gestión de lo público a las empresas privadas de sus amiguitos, para criminalizar a los sindicatos, para endurecer el Código Penal contra los pobres, para desmantelar todo lo que se les había ganado con sangre y sudor a lo largo de años de lucha a ellos, a los que como ellos piensan que los derechos de los humildes no son derechos, sino privilegios que no pueden permitirse.

Para colmo, tenemos que ver como hacen suyas las pequeñas “victorias” que la ciudadanía consigue peleando en la calle, como han hecho con el tema de las moratorias hipotecarias, una medida que soluciona una milésima parte del problema de los desahucios, pero que se ha llevado a cabo gracias a las presiones de grupos como el PAH (Plataforma de Afectados por la Hipoteca) y no gracias, ni muchísimo menos, a la buena voluntad de un gobierno impasible ante el sufrimiento de la mayoría que sustenta los privilegios de la minoría. El Gobierno no ha concedido nada, sino que se le ha ganado, que es muy distinto. Las cosas claras.