- Érase una vez en España un señor que pagó cara su honestidad con el pueblo al que representaba.

Su deformación profesional proveniente del magisterio y la docencia era, a la vez, su vicio y su virtud: hablaba claro como ningún político, pero también regañaba como un profesor a unos alumnos a los que no les gusta ser regañados. Se llamaba Julio Anguita. Maestro, comunista y coordinador general de Izquierda Unida en unos tiempos difíciles.

Enemigo del sectarismo, su predisposición a llegar a acuerdos se hizo evidente a través de su famoso “Programa, programa, programa”. El PSOE de Felipe González siempre le odió, nunca le escuchó. El socialismo español no quería saber nada de quienes estaban a su izquierda, prefiriendo pactos con los nacionalistas catalanes y con el Partido Popular. Felipe y José María estaban de acuerdo en lo fundamental: política económica, reforma del mercado laboral, OTAN, Unión Europea, privatizaciones. Fue algo que Anguita, tras mil rechazos, vio claro: no se podía hacer nada con un PSOE que era socialista y obrero en las siglas, pero que aplicaba políticas de derechas cuando estaba en el poder.

El maestro presentó a Izquierda Unida la “teoría de las dos orillas” y el “sorpasso”: en una orilla estaban PP y PSOE y en otra Izquierda Unida. La función de Izquierda Unida no podía ser la de recoger lo que dejaba el PSOE a su izquierda, sino adelantarle, “sorpasarle” y ser la alternativa (no la alternancia) a la derecha dura del PP. Izquierda Unida aprobó esta nueva línea estratégica, no sin problemas internos. Algunos miembros de la coalición no aceptaron lo acordado democráticamente y cogieron la puerta. Los medios, cómo no, propagaron otra historia: Anguita era un dictador y quienes se iban eran sus víctimas. No sería lo único con lo que la prensa atacaría de manera vil al antiguo alcalde de Córdoba. Un par de infartos sería la factura a pagar.

Mientras el “Califa Rojo” estuvo al frente, Izquierda Unida fue el demonio, con su rabo y sus cuernos, en todos los medios “progres” al servicio del Partido Socialista. El Grupo PRISA de Polanco no cesó en su empeño de desprestigio hacia quien se había atrevido a decir, ya en los años 90, lo que todos sabemos hoy: que el PSOE no está con la gente, sino con el poder económico. “El País” o la Cadena SER popularizaron entonces aquello de “la pinza”, diciendo a sus lectores y oyentes que existía un pacto entre Anguita y Aznar para echar a Felipe González. Anguita era un “quintacolumnista” de Aznar. La idea era buena. A un pueblo no acostumbrado a pensar se le daba todo hecho: tenemos al bueno (PSOE), al malo (PP) y al traidor (IU). Película montada.

El tiempo le ha dado la razón a Anguita. Todo lo que dijo acerca del Tratado de Maastricht y la construcción europea, aquello por lo que le llamaron “mesiánico” y loco quijotesco, se ha convertido en realidad, y quienes le crearon conflictos y problemas dentro de Izquierda Unida, los que le acusaban de autoritario, acabaron engordando las filas del PSOE, evidenciando cuales fueron sus intenciones desde un principio. Aun así, la farsa de la pinza sigue siendo utilizada por los intelectuales al servicio del PSOE, esta vez no para atacar a Julio Anguita ni Izquierda Unida, sino en contra de Podemos.

Lo que fue Julio Anguita lo es hoy Pablo Iglesias. Todo lo que se decía de uno se dice ahora del otro. Si hay alguna diferencia de ideas dentro de Podemos, la cosa está clara: Pablo Iglesias es un dictador autoritario que no permite que haya democracia interna. Si Pablo Iglesias cuestiona la política europea, Pablo Iglesias es un mesiánico y un radical peligroso. Y por supuesto, si Podemos no está dispuesto a ser una fuerza marginal a la izquierda de Pedro Sánchez, Pablo Iglesias tiene un acuerdo con Rajoy, Lara y Berlusconi para destruir al PSOE. Otra vez la pinza. Otra vez respuestas fáciles para aquellos a los que les duele pensar.