José Antonio Carbonell Buzzian
José Antonio Carbonell Buzzian
José Antonio Carbonell Buzzian

Los recortes económicos que pesan sobre el sistema educativo desde una década en nuestro país, están pasando factura a un alumnado que observa desde la impotencia esta carencia. Esta falta de docentes en las aulas murcianas dificulta que el curso haya comenzado con normalidad, ya que hay materias que aún no se han podido llegar a impartir.

En el municipio de San Pedro del Pinatar, por ejemplo, los chavales de bachillerato, ciclo medio y superior, no tienen profesor de Informática, así que cuentan con varias horas muertas al día. Desde la Consejería de Educación explican que son conocedores de la situación y que están intentando dar una solución al problema. Pero el tema es que estos jóvenes llevan desde el inicio de curso sin profesor y de momento la solución no llega.

Sabemos que hay una bolsa extraordinaria para poder cubrir estas vacantes en los diferentes institutos de secundaria, pero hasta ahora no se han cubierto las mismas.

¿Cómo piensan calificar a estos alumnos en la próxima evaluación? Se desconoce. Ni los propios centros lo saben, no cuentan con ningún protocolo que lo solucione. Pues habrá que improvisar, como siempre. Y es que la falta de docentes en la secundaria empieza a ser un mal endémico. Es un problema persistente y la solución no puede esperar más.

Por otro lado, la falta de interés y la escasa organización de la propia Consejería, convierten toda esta incertidumbre en un auténtico caos, porque los pocos docentes que han acudido a la misma en busca de trabajo, están en sus casas después de varios días esperando a ser avisados.

Los alumnos, con cada día que pasa, pierden una oportunidad, pero no parece que esto le preocupe mucho a la Administración Pública. La educación pública sufre un recorte de casi 4.000 clases en cinco años mientras que a la concertada solo le quitan 72 y es que la Educación no consigue recuperarse de los recortes que el Partido Popular impuso por decreto hace una década.

Subieron las ratios, aumentó la jornada lectiva a los docentes, se dejaron de cubrir las jubilaciones y se pusieron trabas a las sustituciones por baja. Se desplomaron los presupuestos. Unas ratios más altas implican una convivencia en las aulas más complicada. El agotamiento, repercute en que hay menos paciencia, se es menos resolutivo y el alumnado está peor atendido. También desapareció por el camino la medida que tenían algunas comunidades por la que los alumnos con necesidades de apoyo educativo contaban como dos personas a la hora de establecer las ratios, de manera que se formaban grupos más reducidos.

De un curso para otro, a cada profesor le cayó de media un grupo más. El docente que tenía por ejemplo seis clases, pasó a tener siete, lo que supone hasta dos grupos extra, entre 30 y 60 alumnos más que atender para docentes que ya tenían unos 125 estudiantes cada uno.

Aulas masificadas, falta de espacio y falta de profesores, este es el resumen básicamente de nuestras aulas.