- La embajadora de Hungría en España, Eniko Gyori, visitó ayer Ceuta. Al término de su viaje relámpago declaró que “España hace un gran trabajo en la frontera” y que “lo hace con corazón y con cabeza”.

La diplomática añadió que la labor de España en la frontera en Ceuta “es un ejemplo” y que “Europa podría aprender de lo que España está haciendo desde hace muchos años”.

Si hubiera demorado unos días su visita, ésta habría coincidido con el décimo aniversario de una fecha marcada en negro en el calendario fronterizo hispano-marroquí: el 29 de septiembre de 2005, el día del tiroteo que mató a 5 migrantes cuando trataban de entrar en Ceuta.

Pero la embajadora húngara no viajó a Ceuta para conmemorar nada. Su peregrinaje norteafricano tuvo por objeto, en palabras de la Delegación del Gobierno en Ceuta, “conocer la realidad migratoria y las medidas adoptadas por el Gobierno de España para atender a los inmigrantes“. Hungría se halla en plena ola refronterizadora. Tras un paréntesis de casi tres décadas, y ahora desde el seno de la UE, el país alambra de nuevo su corteza territorial.

En esta tesitura, la embajadora magyar agendó una fugaz escapada exploratoria al lugar donde empezó todo. A los pies del símbolo de la fortificación de la Unión Europea. Al showroom genuino de la para algunos “seguridad pasiva” que España utiliza para inmovilizar a migrantes y refugiados.

Conviene conocer la tradición, claro. Conviene conocer bien a los clásicos. Y tal vez, antes de hacer acopio de más cuchillas para que el vallado exprés prosiga con diligencia en Hungría, también convenga comprobar, sobre el terreno, cómo la cuchilla hispana resiste el paso del tiempo.

En un artículo publicado recientemente en el Frankfurter Allgemeine Zeitung, el Primer Ministro húngaro, Victor Orbán, puso a España como ejemplo a seguir en materia fortificadora. Hace cuatro años, en 2011, era el Gobierno griego quien hablaba de las fronteras de Ceuta y Melilla como el modelo a seguir ante la inminente construcción de una verja en la frontera greco-turca.

Tras los sucesos 2005, las fronteras de Ceuta y Melilla se convirtieron en el símbolo de la fortificación exterior de la UE. Y lo siguen siendo. Lo siguen siendo para quienes denuncian las consecuencias letales del régimen fronterizo de la UE. Y lo siguen siendo, también, para quienes creen, admiran y ensalzan la falsa eficacia de la instalación securitaria.