Vivimos en un momento histórico y crucial, para nuestro país y el entorno que nos rodea. El estatus quo internacional está desmoronándose, porque quizás no comprendía, en justicia, a un orden mundial en el que todos los seres humanos podamos disfrutar de unos derechos básicos, como son la alimentación, salud, educación, trabajo, vivienda…No obstante, quiero bajar a nuestro entorno más básico, al que afecta a la libertad individual
La palabra libertad ha provocado acontecimientos extraordinarios e históricos. Movimientos sociales y guerras de todo tipo. Infinidad de libros que llenarían bibliotecas hablan de libertad. Pero vuelvo a insistir en nuestra libertad individual. Es cierto que determinados factores económicos, sociales, políticos, educativos, religiosos… condicionan el uso y concepto que tenemos de la libertad.

A veces, y con razón, solo disponemos de tiempo para atender nuestras preocupaciones más inmediatas y las necesidades vitales más perentorias, a nivel personal o de nuestra familia. Sin embargo, en el momento actual que vive nuestro país y que vivimos nosotros, considero que no es bueno escaparse de la libertad.

En las tertulias de todo tipo, así como en las conversaciones, hay un tema preeminente relacionado con todo lo que rodea al 26 de junio. Las circunstancias personales de cada uno provocarán diferentes análisis, reacciones y decisiones. Todas ellas legítimas y respetables, en el ámbito de la democracia y de nuestra libertad. También es legítima la información que día a día irá proyectándose sobre nosotros con multitud de mensajes, encuestas, estados de opinión, advertencias y promesas.

Ahora bien, somos nosotros los que haciendo uso de nuestros derechos como personas, sin miedo a la libertad, quienes tenemos que mirar cara a cara a nuestra conciencia, desnudar nuestra mente y pensar sobre lo que exclusivamente opinamos. Considero que no valen excusas sobre cansancio, fatiga, hastío, desconfianza, frustración o indignación, que son razonables y están justificadas. No es bueno caer en la tentación de entregar nuestra decisión a lo que opinan otros, nuestra libertad tenemos que usarla cada uno de nosotros.

Es importante informarse, conocer las propuestas, pero sin renunciar a nuestro criterio personal. No podemos renunciar a nuestro derecho individual a decidir y de participar. Las expresiones: “Me ha dicho mi… que vote a…” “Mis amigos van a votar la mayoría a …”. “Le preguntaré a mi… que me diga lo mejor para votar.” “Las encuestas dicen que va a ganar…” En mi opinión, y respetando lo que cada cual piense y haga, la mejor expresión es: “Según mi criterio personal, en uso de mi libertad, he decidido…”

Hablando de libertad, quiero significar un hecho histórico. Después de la Revolución de Octubre, el secretario general del PSOE, Pablo Iglesias POSSE, envió a Fernando de los Ríos a hablar con Lenin. Le preguntó: -¿ Cómo y cuándo contemplan Vds. la libertad? - ¿Libertad, para qué? –le respondió Lenin-.

Esa es la diferencia entre el comunismo y la socialdemocracia que propugna el PSOE. No pretendo meter miedo a nadie como se hacía en tiempos pretéritos a la democracia en nuestro país. Opino personalmente, que la importancia dada por el Partido Socialista a la libertad es básica y primordial para confiar en sus propuestas, está en la esencia misma de sus principios. No se puede ser socialista sin respetar lo que opina el otro, aunque sea lo contrario de lo que se defiende. Eso no va en contra de la defensa vehemente, legítima y legal de las propias ideas.

La Institución Libre de Enseñanza sirvió de fuente de inspiración al PSOE en temas educativos. Subrayo la palabra “Libre,” porque sus postulados se mueven en el marco de la libertad, la democracia y respetando la diversidad en una educación inclusiva. No hay límites en la libertad personal, en una sociedad justa y solidaria, salvo el respeto a la legalidad constitucional. En otros modelos de sociedades sí hay límites a la libertad, que llegan hasta la reclusión y a pagar con la cárcel, por tener ideas diferentes a quienes gobiernan el país.

Junto a la palabra libertad es indispensable la palabra solidaridad. En este sentido, Pedro Sánchez tuvo una intervención en el Círculo de Economía, la semana pasada en Cataluña. Manifestó: “España no saldrá de la crisis mientras no se resuelva en gran parte la tasa de pobreza infantil. No habrá crecimiento justo hasta que no acabemos de reinsertar a gran parte de nuestros parados, 2.700.000 de larga duración y más del 70% de muy larga duración, con el incremento de trabajadores pobres. De acuerdo con la encuesta del INE sobre condiciones de vida, un 28% de la población está en riesgo de pobreza y de exclusión social, llegando a un 33% en los menores de 16 años”.

La socialdemocracia que preconiza Pedro Sánchez, apuesta por un cambio estratégico en la economía, que iremos analizando en estas semanas y que pretende: 1.- Generar un crecimiento sostenido de demanda agregada. 2.- Mejorar la productividad en las empresas. 3. Mejorar la competitividad en nuestra economía. No son palabras huecas y promesas en el vacío. Parten de un análisis riguroso y planificado, para dar respuesta e integrar a todo el tejido económico de nuestro país, de un modo pragmático, realista y cuantificado. Donde la transparencia y la educación serán pilares fundamentales, sin excluir a ningún parado, joven, mujer o pensionista.

La moderación en las formas y la fortaleza en los principios serán fundamentales. Como ha manifestado el secretario general del PSOE: “El Gobierno de Pedro Sánchez será un gobierno con fuertes principios, de cambios profundos, radical en la transparencia, pero moderado en las formas y respetuoso con todos. España se merece un gobierno limpio, cuyas señas de identidad sean la transparencia, participación, rendición de cuentas y la regeneración…”

Me parece muy importante que Pedro Sánchez termine con la prepotencia y la soberbia de estos últimos cuatro años, para que entre en escena la capacidad de diálogo, donde las personas sean lo primero y se defienda la educación y la sanidad pública, acompañadas de medidas que se dirijan al salario mínimo, la pobreza energética, la precariedad laboral, el ingreso mínimo vital y al plan de retorno para nuestros jóvenes. Es lo que pretende el PSOE a nivel nacional y que directamente repercutirá en Ceuta, con el apoyo, iniciativas y refuerzo de la Candidatura Socialista de nuestra ciudad y el Grupo Parlamentario Socialista de la Asamblea.