José Antonio Artiel Lara, ex inspector de Policía en Ceuta y candidato de VOX en el Puerto de Santa María

El término Realpolitik, acuñado por Otto von Bismarck y absolutamente atemporal como lo últimos acontecimientos políticos se encargan de ponérnoslo de manifiesto, expresa la concepción de la política desde un punto de vista realista y pragmático basada en consideración a las circunstancias y factores dados en un momento determinado en lugar de nociones ideológicas explícitas o premisas éticas y morales. 

A Franklin Delano Roosevelt, trigésimo segundo presidente de los EE.UU por el partido demócrata y paladín en la defensa de los derechos humanos en el mundo y, junto con su esposa Eleanor, artífice en la creación y desarrollo de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, alguien le preguntó en una ocasión cómo siendo una persona con tan altos valores morales y democráticos podía ser amigo de Anastasio Somoza García (presidente de Nicaragua) y conocido popularmente como “Tacho” Somoza, siendo este un sangriento dictador y un grandísimo hijo de puta. A lo que Roosevelt respondió: “sí, es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta”. Forma cañí de concebir la realpolitik. 

La última actuación de EE.UU dentro de esa particular consideración, esta vez con la complicidad de la UE, la estamos viviendo con el drama de Ucrania. País al que de forma totalmente irresponsable –o quizás no tan irresponsablemente- con la vana ilusión de su entrada en la OTAN y en la UE han arrastrado a un conflicto bélico con Rusia de impredecibles consecuencias. 

Como resultado de ello en el plano económico la hoy tremendamente debilitada Rusia deja de ser el principal proveedor de gas a Europa y pasa a ocupar su lugar EE.UU, que se convierte así en el primer proveedor de gas en el mundo. En política nada ocurre por casualidad. 

Eliminada Rusia el próximo objetivo será China, pues no en vano Biden ha declarado que EE.UU debe liderar el nuevo orden mundial. 

EE.UU, que siempre ha tenido a su “hijo de puta” en los países que le han interesado y durante el tiempo que los ha necesitado, ahora junto con Israel (ambos estados son un todo) y Arabia Saudí, se ha posicionado ya abiertamente a favor de Mohamed VI en el tema de la soberanía del Sahara, contraviniendo así la resolución 690 de 29 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que reconocía el derecho del pueblo saharaui a la libre determinación y soslayando además, siendo tan defensores de la democracia y los derechos humanos, la brutal represión que llevó a cabo el régimen de Hassan II y que ha continuado su hijo Mohamed VI contra los que quedaron atrapados en la parte de control marroquí tras la construcción del primer muro en 1980 que dividió en dos al Sahara Occidental. Muro que por cierto levantó Marruecos con el apoyo tecnológico y logístico de EE.UU e Israel y el económico de la monarquía saudí. 

Mediados los años noventa por mi trabajo tuve ocasión de entrevistar a algunos saharauis que llegaron a Ceuta huyendo de la sistemática represión y vejaciones de Marruecos y todos coincidían en relatar las atrocidades cometidas por policías y militares marroquíes, mostrando muchos de ellos las secuelas y señales de las torturas y de los tratos crueles e infamantes. 

El apoyo de EE.UU e Israel a Marruecos en absoluto será gratuito – generalmente ningún estado hace nada altruistamente por otro- ya que ambos serán los grandes beneficiados en las concesiones de explotación de todos los recursos naturales que guardan tanto el Sáhara como sus aguas territoriales (petróleo, gas, minerales, pesquerías, etc.). Marruecos ya ha concedido a una empresa israelí los derechos de exploración en busca de petróleo y gas en un área de más de cien mil kilómetros en aguas del Sáhara Occidental cercanas a Canarias.

Tras este posicionamiento el autócrata Pedro Sánchez con su peculiar concepción de la realpolitik y jugando a aprendiz de brujo en el terreno de la política internacional, lo que no es bueno nunca pero menos en un marco tan peligrosamente inestable como lo es el norte del Magreb, con nocturnidad y alevosía y con absoluto desprecio al Congreso, Consejo de Ministros y demás fuerzas políticas pero con la aceptación y aplauso de sus turiferarios, entre ellos el infame Rodríguez Zapatero, siguiendo la estela de EEUU e Israel se ha situado en la misma línea. Traicionando así al pueblo saharaui e incumpliendo además no sólo la resolución de la ONU antes citada sino también, y como es habitual en todo mendaz, propias declaraciones hechas en 2018 y el programa electoral del PSOE en 2019 en el que en su página 286 dice que “promoverán la solución del conflicto del Sáhara a través del cumplimiento de la resolución de Naciones Unidas”. Formulación que Sánchez repitió en septiembre de 2021 ante la Asamblea de la ONU. 

Con este incumplimiento Pedro Sánchez no solo rompe la posición de neutralidad que España ha mantenido durante casi 50 años, sino que nos mete además para mayor inri en un conflicto energético y económico y en un laberinto político con Argelia, que como consecuencia de ello y como reacción inmediata pasa a primar a Italia en detrimento de España para el suministro de gas. 

Este giro copernicano (autentica bajada de pantalones) de Pedro Sánchez a cambio de un supuesto compromiso por parte de Marruecos de garantizar el control migratorio y respetar la integridad territorial española, lo que supone desistir tácitamente de Ceuta, Melilla (lo cual no deja de ser engañoso), deja al descubierto su analfabetismo cultural, funcional y moral. 

Pedro Sánchez ignora o al menos así lo parece, que todo o pacto, tratado o acuerdo suscrito con Marruecos, sea en la materia que sea (control fronterizo, pesca, lucha contra el narcotráfico, inmigración, etc.) es papel mojado, porque ellos incumplen sistemáticamente todos lo firmado o lo cumplen parcialmente y cuando les interesa en función exclusiva de sus necesidades y conveniencias. 

Marruecos jamás ha respetado íntegramente un tratado firmado con España como Estado. Todos, desde la primera tregua firmada en 1575 por Felipe II con el Xerif Abdelmalik ben Abu (Abu Marwan Abd al-Malik I); pasando por el acordado entre Felipe III en 1609 con Muley Ex-Xiej (Mohammed ech-Cheikh el-Mamoun); el firmado en 1767 en Fez por el rey Carlos III y el de Marruecos Sidi Mohamed ben Abdalah (Mohamed III) y denominado Tratado de Paz y de Comercio, y los más recientes tales como el Acuerdo relativo a la circulación de personas, el tránsito y la readmisión de extranjeros entrados ilegalmente, firmado en Madrid el 13 de febrero de 1992, hasta los últimos 11 acuerdos firmados en Rabat en febrero de 2019 por Mohamed VI y Felipe VI, han sido sistemáticamente incumplidos total o parcialmente por parte del reino alauita.

Como ejemplo referir estos dos acontecimientos históricos que ponen de manifiesto el cinismo y la doble moral de los marroquíes. 

En 1674 Muley Ismail (Ismail ben Cherif) declara la guerra España y por primera vez Marruecos, argumentando el derecho de guerra, reivindica Melilla y Ceuta, atacando esta ciudad por sorpresa que nunca había sido reivindicada con anterioridad en los acuerdos firmados con España.

Al poco tiempo de firmado el tratado de 1767 con Sidi Mohamed, éste ataca las plazas de Ceuta y Melilla, eso sí alegando que estos ataque no rompían la paz y con el insólito razonamiento de que tales plazas no eran ni de España ni de Marruecos, sino de Dios que se las entregaría a quien venciese en la guerra. 

El desconocimiento de esta realidad histórica por parte de Pedro Sánchez es solo achacable a una ignorancia supina o a una actitud cobarde e irresponsable 

Pero nuestro presidente del gobierno alcanza sus más altas cotas de infamia cuando tiene la desfachatez al mendigarle cual pordiosero a Mohamed VI que garantice la seguridad para Ceuta y Melilla, pareciendo desconocer que el artículo 8 de la CE de 1978 establece límpidamente que la seguridad de ambos territorios españoles, al igual que la de los peñones; islas Canarias y resto del territorio nacional, la tiene que garantizar nuestras Fuerzas Armadas. 

Marruecos, nuestro inquietante “amigo” del sur, por su propia dinámica histórica respecto de dichas ciudades jamás renunciará a la reivindicación de las mismas e incluso de las islas Canarias. El expansionismo y nacionalismo fascista musulmán y marroquí tarde o temprano nos llevará a una confrontación bélica a menos que el gobierno les entregue dichos territorios; lo que probablemente ocurrirá si tenemos uno cobarde y miserable incapaz de defenderlos. 

Para hacer frente a dicha amenaza debemos tener un ejército fuerte, moderno y preparado que cuente con el suficiente potencial armamentístico para hacer entender a Marruecos de una vez por todas que Ceuta y Melilla siempre serán partes de España. 

La abrumadora superioridad militar será lo único que les hará entender este postulado y convencer a Mohamed VI y a sus sucesores que una aventura bélica con España les costaría el trono de salir Marruecos derrotado. 

En palabras del historiador Jesús Felipe Salafranca Ortega en su libro “Ceuta y Melilla en la encrucijada de Gibraltar”, ante el imperialismo marroquí solo una actitud firme y digna hará que el rey de Marruecos nos tema y nos respete, y eso será la mejor garantía para la paz y la mayor garantía también de la inquebrantable e incuestionable españolidad de Ceuta y Melilla. 

Marruecos posee hoy una capacidad militar considerable al haber sido dotado por EE.UU de material bélico avanzado y contar además con el apoyo tecnológico de Israel, y por eso España debería aumentar su partida presupuestaria en defensa al menos a un 2 % del PIB (o incluso más) como pide la OTAN y que fue a lo que se comprometió en la cumbre de Gales en 2014. Actualmente dicha partida es la de 1,22 % prevista para 2024. 

En los tiempos que corren cada vez cobra más vigencia la máxima del escritor del imperio romano del siglo IV, Flavio Vegecio Renato: “Si vis pacem, para bellum” (Si quieres la paz prepárate para la guerra). 

Como refieren los periodistas y escritores Javier Valenzuela y Alberto Masegoza en su obra “La última Frontera”, Marruecos representa (y representará, la cursiva es mía) para España, para cualquier gobierno, el principal problema de su política exterior. 

Yo añadiría que incluso para la paz.