Lo sabe muy poca gente. Tenía yo 23 años. No hacía mucho habían asesinado a la hija de un amigo mío. Tiempos duros. No había manera de pillar al asesino/a, así que la presión social era muy grande, sobre todo para la Policía Nacional que era tildada de incompetente.

Un buen día mientras dormía llamaron a la puerta y al abrir me detuvieron como sospechoso del asesinato. No me lo podía creer, al principio pensé que era un mal sueño, pero no, allí que estaba yo en comisaría siendo interrogado, yo que no sabía nada!!! Mi familia destrozada.

Me preguntaban si tenía celos de mi amigo por ser más popular que yo, por tener trabajo, por tener éxito, etc. Un suplicio de preguntas, para mí, sin sentido, estúpidas.

Al salir de comisaría para ir a declarar ante el juez una turba iracunda de personas me insultaban, me llamaban asesino, me amenazaban. Tuvieron que hacer grandes esfuerzos los que me custodiaban para no ser linchado por la jauría.

Los medios de comunicación a diario se cebaban contra mí, periódicos locales, radio, televisión; aquello era horrible. El linchamiento era brutal, ya estaba condenado antes del juicio. Y lo peor de todo es que el día que mataron a la hija de mi amigo yo estaba de compras. No podía ser yo.

El suplicio continuó durante el juicio. Veía las caras del jurado, no necesitaba escucharlos, veía el odio en sus ojos, ojos de personas que leían, escuchaban y veían lo mismo que el resto de personas en prensa, radio y televisión. Aquello pintaba muy mal pero yo creía en la justicia, no había hecho nada.

Durante mi estancia en prisión a la espera de juicio me tuvieron que separar del resto de internos. Veía sus caras, temía por mí vida, apenas dormía, apenas comía. Me cayeron físicamente años encima.

Cuando se dictó sentencia no lo podía creer: culpable, 15 años, a prisión.

Me tuvieron que llevar a una prisión lejos de mi casa, con la esperanza de que por el norte no me conocieran, pero ni así.

No le deseo esto a nadie.

Al tiempo descubrieron por suerte al verdadero asesino de la hija de mi amigo. Qué alivio.

Evidentemente me soltaron, no me han dado ni un euro, la gente sigue pegándose codazos cuando coincido con ellos y me miran, nadie se ha disculpado. Hasta hoy.

No, evidentemente no hablaba de mí, hablaba de Dolores Vázquez, acusada injustamente de algo que no hizo. No quiero ni imaginar, ni siquiera por encima lo que tuvo y por lo que estará pasando esa mujer.

Siempre he pensado que una de las cosas más horribles que te puede pasar es que te culpen de algo que nos has hecho. ¿No creen? Vaya infierno y vaya injusticia.

Y sí, esto es verdad: ni un euro de indemnización, miradas por la calle y ni una, ni una sola disculpa de los medios que la masacraron: cobardes, claro.

Y algunas preguntas me surgen: ¿Cuántos casos más habrá así? Si lo extrapolo a los países con pena de muerte, ¿Cuántos habrán sido ejecutados siendo inocentes? ¿Cómo se indemniza a una persona que ha sido ejecutada y luego se descubre que era inocente?

Da que pensar: que nos gusta a todos encontrar culpables, que nos gusta a todos simplificar las cosas, que daño hacen los medios de comunicación cuando quieren y que trabajo nos cuesta pedir perdón cuando nos hemos equivocado.

Pero me quedo con esto: que infierno más grande tuvo que vivir esa mujer. Siendo inocente....