Alumnos de la Escuela de la Construcción, durante un ejercicio práctico
Alumnos de la Escuela de la Construcción, durante un ejercicio práctico / Archivo
Ya cuando nació su padre no pudo estar en el parto. Pobres de condición mientras que su madre daba a luz, su padre se rompía la espalda trabajando de camionero y no pudo verla nacer.

Así que solo los abuelos, estos aún más pobres pero unos auténticos supervivientes, sobre todo el abuelo paterno, asistieron al nacimiento del nuevo miembro de la familia.

No, no fue una infancia fácil. Con dificultades a veces para comer tres veces calientes al día, tampoco lo tuvo fácil la niña para estudiar y tener una infancia normal. Teniendo que pedir libros a alumnos de años anteriores se pasaba las tardes goma en mano borrando para poder llevar los libros al colegio.

No faltó el bullying, ya se sabe, los pobres son siempre objeto de burla, y algún que otro bocadillo se "perdió" por el camino.

Estudiando en colegios de poca monta y sobreviviendo gracias a las becas, exiguas, de las que gozaba, muchas de las veces no podía rendir lo suficiente porque tenía que ayudar a su madre en casa, madre que sufría de algún que otro trastorno alimenticio seguramente por la falta de proteínas y otros elementos en su dieta.

Aun así, ella, la niña, luchó contra viento y marea y se sobreponía como podía pero con una fuerza de voluntad encomiable a las diferentes adversidades.

Ella, que siempre había creído en el mérito a través del esfuerzo, que veía con indignación como había gente que tenía la vida más fácil solo por nacer en un lugar y no otro, ella que no entendía de enchufismo, de voluntades pagadas, ella a la que se le retorcía el estómago viendo a gente muriendo tratando de cruzar esos mares infernales, ella, se propuso llegar hasta arriba por sí misma, con su esfuerzo, con su voluntad.

No aprobaría una oposición a policía local porque conociese a alguien con mano en el ayuntamiento, no, ni tampoco las de bombero, como esas fantásticas y hercúleas familias en las que todos los miembros nacen superdotados y sin ayuda alguna...todos conseguían aprobar, no, ella no, ni siquiera querría ser diputado o senadora gracias a los años y años de servilismo político al servicio del partido gobernante en ese pueblo, no, ella no, tampoco sería profesora de universidad porque tuviese de amigos a la mayoría del claustro de profesores que corregían su tesis, no, ella no, ella era mucho más que eso; ella sería como ese inmigrante que se mete en un cayuco infame sin saber nadar, que huyendo del hambre y la miseria llegaría a otro país, ese inmigrante que con su esfuerzo y tras años de penuria, hambre y frío, tras años para aprender un idioma sin profesores ni colegios se saca su título de dentista, ese era su ejemplo, esa era su meta, el triunfo del esfuerzo, de la meritocracia, no de la cuna.

Y así, con el paso de los años, con la ayuda de su familia y tras años y años de sacrificio lo logró, chapeau.

Y yo, que valoro estas cosas como nadie, que me inspiran esas personas de voluntad de acero, que no me creo la sociedad de mierda e hipócrita en la que vivimos, sociedad que no cree en amnistías pero sí en los indultos a delincuentes otorgados por todos nuestros gobiernos desde 1978, yo, que valoro más al fontanero o al limpiador que se levanta a las 6 la mañana para trabajar, mucho más que los asesores, diputados, senadores, ministros a dedo que chupan del bote en este mundo que tenemos, yo que me quito el sombrero ante todo aquel que con voluntad, sacrificio y suerte consigue lo que quiere, yo felicito a esa niña que ya hoy es una mujer.

Felicidades, princesa Leonor, hoy es tu cumpleaños. Disfrútalo, te lo mereces.