Opinión
No es hasta la década de los ochenta cuando se producen lo que, personalmente, me empeño en denominar, “procesos de ciudadanía”. Me refiero a ese momento histórico denominado popularmente como “entrega de nacionalidades”, expresión que rechazo al considerar que pretende marcar, negativamente, un antes y un después en la vida social y política de nuestra ciudad, señalando, de forma consciente, un nuevo “ellos” conformado por un número importante de ceutíes que vivían en una perfecta armonía (siempre desde la perspectiva dominadora) y que, de repente y sin venir a cuento, comienzan a “alborotar” y a exigir determinados derechos. Nos encontramos así ante un grupo de ciudadanos que emprenden un proceso de emancipación social y política que será visto con recelo y bajo la eterna sospecha de un plan secreto para destruir Ceuta. La temida “invasión” comienza a hacerse realidad.