Hay tardes en Las Ventas en que la corrida se hunde. En realidad, los que se derrumban son los toros, flojos y mansos: lo mismo los titulares de Martelilla que el remiendo de Navalrosal y el sobrero de Domínguez Camacho.
Para una tarde en blanco, dos toreros de blanco y oro y el otro, de caña, muy cercana al blanco; cinco silencios y sólo una ovación.
Los dos diestros españoles quedan prácticamente inéditos.
El primero de Abellán es soso, de embestida aborregada: está aseado, sin brillo, y lo mata mal. En su segundo sigue el escándalo y la gente se toma a broma a un peón: como ayer, me parece...