- miércoles 01 mayo 2024
Mientras miraba por la ventana del hospital la bocana del puerto, con su trasegar de naves que desplazan pasaje atiborrado del norte rico al paupérrimo sur, relajado Juan porque Raquel me había traído el portátil y así poder mitigar la ansiedad que me invade en los recintos hospitalarios; en ese momento Juan (que hoy tendrás que cambiar el jugoso líquido de ambrosía por un triste y solitario zumo de tomate, dada mi convalecencia) pasó también por mi mente la odisea de tener que verse forzado a hospitalizarse en Ceuta. Integrase, de golpe y porrazo, con la panoplia de debilidades que abordan al que se pone enfermo, en la realidad pura y dura del ‘tercer mundo’.