Madrid- Pausado y optimista, quien arrebatara al PRI su hegemonía de 70 años se destapa en esta entrevista –durante su estancia en Madrid invitado por la Fundación Juan de Oñate– con propuestas revolucionarias para un conservador que pelea desde su «think tank» (centrofox.com) en defensa de la democracia y el libre mercado en Iberoamérica.  
–Algunos expertos comparan a México con Afganistán en términos de violencia y narcotráfico.
–Al margen de comparaciones, la realidad es que hay una guerra entre los cárteles y el Estado. No tengo duda de que vamos a ganar, pero mientras tanto estamos pagando un costo formidable en la imagen del país, en la atracción de capitales o en el turismo. Es importante que el Gobierno explique en qué fase de esta guerra estamos y cómo se va a ganar.
–¿Por qué está en contra de la militarización del país para acabar con el «narco»?
–El Ejército tiene otras funciones. Este tipo de acciones tienen que asumirlas los cuerpos policiales y los Gobiernos estatales. También EE UU, con su exorbitante mercado de consumo , tiene que controlar el tráfico de armas y el lavado de dinero. Todo el armamento de los cárteles viene de EE UU. Los países productores tienen su responsabilidad. Y  Venezuela, que se ha convertido en un país encubridor del narcotráfico. Chávez no hace nada para detener esto.
–La responsabilidad es compartida, pero el consumo de coca se ha disparado en México.
–Ésa es la desgracia, que estamos en medio. Eso nos ha llevado a pasar en 25 años de ser un país de tránsito a ser un país productor y de consumo. En realidad, los cárteles están luchando entre ellos por el control de los mercados de consumo en México. Por otra parte, ha llegado el momento de abrir el debate sobre la legalización del consumo de drogas.
–¿Todas?
–Todas. Vale la pena considerarlo. En los años 30 del siglo pasado, la ilegalización del alcohol sólo trajo problemas en EE UU. Al final, la decisión de consumir es del usuario. Ha sido muy fácil pasarle al Gobierno la responsabilidad de que no lleguen las drogas. Pero la  responsabilidad primaria es de los padres.
–Usted rechaza que México sea un «Estado fallido», pero no me negará que en parte del país reina un «narcoestado» paralelo.
–Es cierto, pero denominarlo «Estado fallido» es una exageración. Puedes ir a Ciudad Juárez y los niños van a la escuela, los papás a trabajar, las maquilas funcionan y las instituciones operan. No se trata de tapar el sol con un dedo, pero se está muy lejos de llegar a un «Estado fallido».
–Para llegar a esta situación, algo se hizo mal en los años precedentes. ¿Por qué no lanzó usted este combate al narco?
–Es una pregunta válida. En esto de la droga ha habido un proceso. En mi Administración fuimos muy duros en las acciones contra el narcotráfico. No fue suficiente. El presidente Calderón ha ido más allá y en tres años tampoco ha sido suficiente. Por eso propongo un «Plan B» para acabar con esto.
–A su archienemigo Hugo Chávez no le van bien las cosas en casa. ¿Ha comenzado su declive?
–Yo respeto la socialdemocracia, pero no este mesianismo que pregona Chávez ni esa ambición y deseo de poder absoluto para perpetuarse hasta su muerte en Venezuela y querer ser el Fidel Castro del siglo XXI. Venezuela va a pagar un precio enorme por sus acciones. Está enajenado y provoca muchos problemas en América Latina con sus injerencias y violaciones de la soberanía. Además, está tirando el dinero del petróleo de los venezolanos. Es una caricatura de un «gorilato» que no debería existir en este siglo. Pero sólo los venezolanos pueden cambiar la situación en las urnas.
–¿Afecta a México la expansión a Centroamérica del chavismo?
–A todos. Cuando alguien rompe la armonía que se estaba alcanzando en proyectos de comercio, cuando descarrila el esfuerzo del Grupo Andino y entra en el Mercosur para destrozarlo, no siento más que tristeza por el pueblo venezolano. Al igual que por el boliviano, sumido en un proyecto demagógico. No quiero ver eso extendiéndose en Iberoamérica.