- lunes 29 abril 2024
Este fin de semana se celebraron en España tres manifestaciones de signo muy diferente. La de Madrid –que sumó centenares de miles de presentes– reclamaba la retirada del proyecto de reforma de la regulación del aborto impulsado por el Gobierno de ZP. Sus convocantes –más de cuarenta asociaciones– eran sociedad civil en estado puro y los mismo podría decirse de los asistentes. No acudió ningún miembro de la Conferencia episcopal española y los políticos del PP que asistieron lo hicieron a título personal –como algunos del PSOE– con ausencia tan significativa como la de Mariano Rajoy. Casi en paralelo, miles de personas se manifestaban por las calles de San Sebastián en respuesta a la convocatoria de ELA, LAB, ESK, STEE-EILAS, EHNE e HIRU para protestar por la detención de la nueva dirección de Batasuna-ETA. En este caso, se trataba de defender a la organización terrorista que ha asesinado a un millar de personas y como no podía ser menos Aralar, EA y, sobre todo, el PNV se sumaron a respaldar a los asesinos que, a fin de cuentas, son nacionalistas vascos como ellos. Finalmente, la tercera manifestación se desarrolló en Santiago de Compostela y, convocada por nacionalistas y socialistas, cargó contra el PP abogando por el retorno a la imposición del gallego. La comparación entre los tres eventos deja de manifiesto hasta qué punto unas causas cuentan con un apoyo real de los ciudadanos o sólo obedecen a los intereses de oligarquías fácilmente identificables. En el caso de Galicia, con una mayoría significativa de la población que desea que el castellano sea la lengua vehicular de la enseñanza, en favor de un régimen de persecución del castellano como el vigente en Cataluña, se han manifestado las oligarquías nacionalistas y socialistas con el apoyo bien significativo de un ministro de Justicia que aplaude una indecencia tan palmaria como la de que se impida a los padres educar a sus hijos en la lengua oficial del Estado. En el caso de las Vascongadas, hemos contemplado por enésima vez cómo el PNV tiende su mano protectora a los asesinos de ETA, esa misma mano que ha negado siempre a los que no forman parte de la raza superior vasca de la que tanto escribió Sabino Arana. Pero en Madrid los protagonistas de la manifestación fueron aquellos que, venidos de toda España, querían indicar al Gobierno actual que la mayoría de los españoles es partidaria de la cultura de la vida y que no ve necesidad alguna de una reforma que va a desproteger más al no nacido y abocar más a la mujer con el aborto como única solución. El Gobierno de ZP ya ha respondido a estas tres manifestaciones celebradas este fin de semana. A estas horas, sólo ha vuelto a atacar a los defensores de la cultura de la vida, a la vez que, tácitamente, ha dado por buenas las reclamaciones de las oligarquías gallegas a las que apoyó el ministro de Justicia y ha mantenido un silencio significativo hacia el PNV que, una vez más, apoya a los terroristas por el simple hecho de ser vascos. En otras palabras, el Gobierno de ZP ha respondido, pero no a favor de la vida, de la justicia o de la verdad, sino de la imposición, de la muerte y de la violencia.