SUBVENCIÓN

Marta Cabañero y Jan Schmitz se alzan con el I Premio Nacional Ceuta Flauta

Marta Cabañero y Jan Schmitz se alzan con el I Premio Nacional Ceuta Flauta
El ex jefe de gabinete de Vivas, Francisco Javier Sánchez Paris, dio lectura al acta del fallo del jurado

Fue motivo de cierta polémica en el Pleno, con preguntas y acusaciones más bien veladas en el Pleno que aprobó definitivamente la modificación de créditos el pasado julio. El Instituto Mediterráneo de las Culturas, una entidad desconocida hasta entonces y a la que sólo le aparecía una dirección en la calle Jáudenes, recibía por alegación expresa del PP y del PSOE 7.000 euros para la celebración de un certamen de música. Finalmente se ha celebrado este sábado, el Premio Nacional Ceuta Flauta, que se han llevado ex aequo Marta Cabañero y Jan Schmitz, que habrán de compartir los 2.000 euros del premio. En segundo lugar Manuel Alejandro Recena se hizo con 1.000 euros.

Pero más allá de los premios y el certamen, la incógnita de quién estába detrás de la entidad también se ha desvelado, aunque parecía un secreto a voces. El que fuera ex jefe de gabinete del presidente, Juan Vivas, Francisco Javier Sánchez Paris (una ristra de polémicas detrás durante su permanencia en el Gobierno) aparecía como maestro de ceremonias para oficiar la lectura del acta del jurado y la entrega de premios.

El certamen se ha celebrado ahora, subvención mediante de última hora, pero en realidad ya estaba programado para el año 2020, cuando la pandemia canceló todo en todos los ámbitos.

El certamen recuerda a una de las polémicas que en su día soportó el Gobierno con Sánchez Paris como núcleo de los dardos de la oposición. Lo que hoy es el Instituto Mediterráneo de las Culturas era entonces Acequia Cultural y en lugar de certámenes de flauta organizaba concursos de acuarela.

Curiosamente, el premio de flauta se ha desarrollado en el Conservatorio, dentro del complejo diseñado por Siza, muebles incluidos, que en su día fue también centro de otra polémica, cuando el Gobierno decidió comprar los muebles para todo el complejo a una empresa Ebania, con la sombra de Sánchez Paris tras ella. El asunto llegó a enervar al propio Siza, que por contrato y por proyecto, tenía asegurado el diseño y la venta de todo el mobiliario, que la empresa había calcado al menos en forma y aspecto.

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