Confieso que Zapatero me ha desconcertado. Aún no he logrado saber quién es realmente, o qué pretende. Me ocurre desde que, contra todo pronóstico, ganó las elecciones generales. Sus actuaciones me han dado mucho que pensar. En muchos casos han sido más propias de un político de provincias, sin una visión general de los asuntos que afectan al país, que de un Presidente del Gobierno. Todavía no he podido descubrir si las mismas obedecen a una ingenuidad patológica, o por el contrario son obra de un auténtico emprendedor social. Ahora, cuando acaba la legislatura, también se le ha ido una de las últimas bazas electorales que aún le quedaban. Su “proceso”, aparentemente, se ha acabado. Ya antes, el referéndum del Estatuto de Cataluña hizo saltar por los aires sus deseos de vertebración federal del Estado. Sin embargo, sigue sonriendo y repartiendo culpas.

La palabra “emprendedor”, del francés entrepreneur, alguien que hace suyo algo, la introdujo hace dos siglos el economista francés Say. En la actualidad se utiliza en economía para referirse a los agentes económicos que crean cambios y rendimientos productivos. Trasladando este concepto al ámbito social, serían individuos con iniciativa y creatividad, que cuestionan el status quo, que aprovechan nuevas oportunidades, que no se rinden y que acaban transformando el mundo que les rodea. Extraordinarias personas que han mostrado cómo con buenas ideas se pueden conseguir mejoras sociales. El modelo de ayuda domiciliaria a pacientes de sida desarrollado por Verónica Khosa en Sudáfrica; o el método de llevar electricidad barata a cientos de miles de campesinos pobres de Brasil, inventado por Fabio Rosa; o el de acceso a la Universidad de jóvenes talentos pobres, que ingenió J.B. Schramm en Estados Unidos. Todo esto lo explica David Bornstein en su libro “Cómo cambiar el mundo”, dedicado a los emprendedores sociales. Una de las primeras acciones de Zapatero, siendo ya Presidente del Gobierno, fue visitar la feria del libro de Madrid y adquirir ejemplares de este libro para regalarlos a cada uno de sus Ministros y Ministras. Toda una declaración de intenciones. Su lectura me ha ayudado a comprender un poco mejor su figura.

Pero, ¿cuáles son las cualidades que debe tener un emprendedor social de éxito?. Bornstein nos ilustra al respecto. Los emprendedores con más éxito son los más decididos a alcanzar un objetivo a largo plazo que tenga un significado profundo para ellos. Esto prima más que las consideraciones de corto plazo. Por ello suelen ser más sistemáticos en el modo de buscar sus oportunidades, se adelantan a los obstáculos, controlan los resultados y planifican con antelación. También están más preocupados por la calidad y la eficiencia y comprometidos con las personas o socios a los que han involucrado en el proyecto. Además, están en disposición de corregir el punto de vista propio, de compartir los méritos, de desligarse de las estructuras de poder para conseguir su objetivo, de atravesar las fronteras disciplinares, de trabajar tranquilamente y de hacerlo sin verse motivados por un beneficio, sino por la ética. Por el deber y la justicia, según su concepción contemporánea. Aristóteles, sin embargo, hablaba de la ética como felicidad del hombre, como bien práctico supremo.

Efectivamente, la paz era un objetivo a largo plazo para Zapatero. Al igual que una nueva configuración territorial del Estado. Nos decía que el proceso de diálogo iniciado con ETA podría durar una década. También que el proceso de modificación de los Estatutos de Autonomía sería complicado y asimétricamente inestable. Ambas cosas tenían para él un significado profundo. De la misma forma entendía que las relaciones internacionales debían cambiar, escorándose un poco más hacia los países emergentes, hacia la “alianza de civilizaciones”, desligándose de las ataduras con las grandes potencias, fundamentalmente con los EEUU de América. También creyó que se debía profundizar en los derechos de los homosexuales, de las mujeres, de las personas dependientes, de los jóvenes sin empleo y sin vivienda. Nobles intenciones y bellas ideas por las que merece la pena luchar sin rendirse. Y si además controlas los resortes del poder, mejor, pues será más fácil llevarlas a la práctica.

Sin embargo, a mi juicio, hay algo que distingue a los verdaderos emprenderos sociales de Zapatero. Las consecuencias de sus acciones. En el primer caso, un fracaso será exclusivamente personal. No afectará a nadie más que al propio emprendedor, y si acaso, a las personas que han creído en él, o a las que no podrán beneficiarse de su puesta en práctica. En el caso de Zapatero su fracaso afecta a todo un país. Pero también hay otras diferencias. Los verdaderos emprendedores sociales están dispuestos a compartir los méritos con los demás. Zapatero no quiso hacerlo con el principal partido de la oposición. Ahora sí quiere compartir el fracaso. Los emprendedores se muestran decididos a corregir sus puntos de vista. Zapatero no ha hecho caso ni a los de su propio partido. Están comprometidos con las personas o socios que han involucrado en sus proyectos. Zapatero no ha dudado en sacrificarlos. Por último, buscan trabajar tranquilamente y hacerlo sin verse motivados por un beneficio, sino por la ética. Zapatero le mueve el mantenerse en el poder. Aunque claro, no por un interés material y mezquino, ¡faltaría más!. Eso es de personas vulgares y corrientes. Los pocos que son como él solo están llamados a realizar grandes servicios a la humanidad.

Y es que, como dice Joaquín Leguina en el prólogo del libro “El Estado fragmentado”, del profesor de Zapatero Francisco Sosa Wagner: “Una nueva generación de políticos ha tomado el relevo a los agentes de la transición, y lo ha hecho con criterios adánicos, como si la Historia se iniciara precisamente con su llevada al poder”. ¡Menudo fiasco!.