Opinión
Confieso que Zapatero me ha desconcertado. Aún no he logrado saber quién es realmente, o qué pretende. Me ocurre desde que, contra todo pronóstico, ganó las elecciones generales. Sus actuaciones me han dado mucho que pensar. En muchos casos han sido más propias de un político de provincias, sin una visión general de los asuntos que afectan al país, que de un Presidente del Gobierno. Todavía no he podido descubrir si las mismas obedecen a una ingenuidad patológica, o por el contrario son obra de un auténtico emprendedor social. Ahora, cuando acaba la legislatura, también se le ha ido una de las últimas bazas electorales que aún le quedaban. Su “proceso”, aparentemente, se ha acabado. Ya antes, el referéndum del Estatuto de Cataluña hizo saltar por los aires sus deseos de vertebración federal del Estado. Sin embargo, sigue sonriendo y repartiendo culpas.