F.C.Barcelona
El cuerpo le pidió gritar y saltar después de marcar su segundo gol en el partido de anoche, el tercero ante el Zaragoza. Pero el alma, en su caso profundamente religiosa, le exigió arrodillarse y alabar, agradecido a su Dios, Alá, porque no hay goles ni victoria en las que no tenga una intervención directa. Keita, que le había robado el balón al Zaragoza para iniciar esa jugada, no podía imaginar que aún le esperaba algo mejor y más grande , su primer 'hat trick'.
Fue aquella una oración breve y fugaz para recordarse a sí mismo, en un momento tan grande, lo pequeño que en realidad son los hombres como él, que se conduce con la humildad y el recogimiento de un futbolista ajeno al gran ruido mediático.
De la misma forma que con aquella asombrosa sinceridad le dijo a Pep que no creía estar preparado para jugar de lateral derecho en la final de la Champions, algo que hoy comprendemos como un gesto de absoluta sinceridad y de compromiso hacia el equipo por encima de todo, nadie, ni él mismo, puede discutir que ha nacido para jugar de falso 'nueve'. Pep le adivinó las trazas de una gran llegador, seguramente como evolución de una versatilidad que, como las mejores cosas de la vida, es el fruto del trabajo en el Barça, la experiencia y la confianza de Pep.
Alá es grande, eso es lo que piensa y proclama un musulmán como Keita, que venía de marcar dos goles más en pleno Ramadán esta temporada, pero que también tuvo que descubrirse ante un Ibrahimovic que nunca antes como ayer corrió y se movió, como el mejor Eto'o, abriendo espacios que destrozaron literalmente al Zaragoza.
La defensa rival perdió su rumbo tratando de sujetar al sueco, ingenuamente convencida de que con frenar a Zlatan podría ser suficiente. Keita sería su inesperada pesadilla, el alter ego de un Ibra que le dejó espacio en el primero y en el segundo le centró perfecto desde la izquierda. En el partido de su vida, Seydou encontró la forma de devolverle a Ibra tanta gloria, asistiéndole desde la izquierda en el cuarto del Barça, el segundo de Zlatan anoche.
Vaya dos. El tercero de Keita, que cerró la cuenta, no pudo ser más merecido ni más celebrado