- domingo 05 mayo 2024
Pablo Orbaiz, jugador del Athletic Club, continúa "con dolor" en la cara anterior del empeine derecho, derivado del golpe recibido el pasado 23 de agosto en el partido de vuelta de la Supercopa frente el FC Barcelona, y es duda para el partido del domingo en el Estadio Chapín frente al Xerez. Orbaiz, según el parte emitido por el club rojiblanco, no puede trabajar "normalmente" junto a sus compañeros y en la jornada del lunes, la primera enfocada a preparar el encuentro de Jerez, se limitó a trabajar en el gimnasio y a recibir tratamiento de fisioterapia.
En el informe médico se refleja también que Iñaki Muñoz "evoluciona favorablemente y sin complicaciones" de la operación a la que fue sometido el 30 de julio para solucionar una luxación de los tendones perineos del tobillo izquierdo. El centrocampista navarro realiza "trabajo de fisioterapia, gimnasio y piscina". Por último, Iñigo Díaz de Cerio "ha aumentado la carga de trabajo" y también evoluciona favorablemente de la lesión en el recto anterior del cuádriceps izquierdo, si bien, al igual que Muñoz, causará baja en la segunda jornada de Liga.
La otra noche, en una tertulia entre amigos, salió el tema. La pregunta parecía absurda, ¿qué es peor, el dolor psíquico o el físico? Los dos, claro. Pero dio para una conversación interesante. Se dejó de contar, de narrar peripecias, y se pasó a reflexionar, a implicarse, a comunicarse desde uno mismo. Mi conclusión es que las personas más «equilibradas» tenían más temor al dolor físico. Los hombres, en general, también expresaban que el dolor físico es paralizante y peor. Evidentemente, hay un dolor físico extremo que es insoportable. Un dolor que o se alivia con algún calmante o te mata. Pero, si pensamos en los dolores cotidianos, yo me decanto porque es más canalla el dolor psíquico. La depresión, en particular, con su angustia honda, es absolutamente atroz. Sólo los que lo han vivido lo saben. Porque esta enfermedad, cada vez más extendida en la sociedad occidental, va minando el alma hasta arrebatar a la persona las ganas de vivir. La depresión acaba con el deseo. Nada importa. Nada es interesante. Nada se quiere hacer. Ni siquiera te permite amar. Los otros no pueden ayudarte porque no existen. Intentan animar al paciente sin comprender que su estado apenas tiene que ver con la voluntad. La angustia es tan poderosa que se mete en el inconsciente. Ni durmiendo puede una persona deprimida descansar del tormento psíquico. Hoy hay tratamientos muy eficaces para la depresión, incluso sin apenas efectos secundarios. Sin embargo, hay muchas, muchas personas que la soportan sin saber siquiera que la padecen. Del dolor físico se encuentra la causa, y en cualquier botiquín hay analgésicos. El desasosiego, el temor, la ansiedad, la necesidad de «desaparecer» sin motivo aparente, no tiene medicina. La mente es un misterio. Así que, aunque cualquier dolor es desesperante, creo que el dolor del alma supera a todos. Afortunados los que no saben lo que es.
Decir palabrotas y maldecir reduce el dolor que sentimos cuando nos caemos o nos golpeamos, según una investigación realizada por la Universidad de Keele (Reino Unido).
El estudio, que publica hoy la revista "NeuroReport", concluye que emplear los términos malsonantes del lenguaje alarga en un 50 por ciento el tiempo que podemos soportar el dolor.
El director de la investigación fue el profesor de Psicología de esta Universidad Richard Stephens, quien explica que tuvo la idea de estudiar esta conexión cuando accidentalmente se golpeó un dedo con un martillo al construir un cobertizo.
Stephens pidió a 64 estudiantes voluntarios que metieran una de sus manos en una cuba con agua helada y que resistieran lo más posible mientras repetían una misma palabrota de su elección.
Después, les pidió que repitieran el experimento, pero esta vez utilizando una palabra común con la que describirían una mesa.
El resultado fue que los estudiantes resistían una media de 2 minutos cuando empleaban términos ofensivos, indecentes o groseros, y una media de un minuto y quince segundos cuando no lo hacían.
El estudio admite que no queda claro el cómo o el por qué de la existencia de este vínculo, pero sugiere que el efecto de reducción de la sensación de dolor tiene que ver con que las palabras gruesas desatan lo que denominan "la reacción natural lucha-huida".
Stephens explica que el corazón se nos acelera cuando utilizamos un vocabulario malsonante, lo mismo que ocurre cuando nos encontramos en una situación de debilidad o de miedo y tratamos de reducir la sensación de amenaza para hacerle frente.
Esta sería la razón por la que a lo largo de los siglos se ha creado en todos los idiomas un lenguaje paralelo de palabrotas, hasta completar diccionarios casi tan extensos los oficiales.
El estudio de la Universidad de Keele también hace un ejercicio de pedagogía y advierte de que es importante no malgastar munición: "quien quiera utilizar este efecto de reducción del dolor en su beneficio debe limitar el uso de este lenguaje en el día a día".
"Decir palabrotas es un lenguaje emocional, pero si se emplea exceso se pierde su vínculo emocional", concluye.
La Dirección Territorial del Ingesa ha negado que no se estén atendiendo las urgencias en la Consulta del Dolor, como han denunciado varios usuarios. El Ingesa asegura que en el hospital hay siempre presente un anestesista y otro está de guardia localizada, por lo que siempre hay dos profesionales para atender a los pacientes. El Ingesa reconoce que la Consulta del Dolor está en reestructuración "pero con el objeto de que aumente su cobertura, dado el volumen de pacientes".
Los usuarios de la Unidad del Dolor han comenzado una campaña de recogida de firmas para solicitar su derecho a la libre asignación de médico y en apoyo del doctor Enrique Guerrero, que fue destituido recientemente de su puesto al frente de este servicio. Los afectados han remitido una carta a la Dirección Territorial del Ingesa y al director gerente del hospital, en la que piden que se respeten sus derechos a la información y la libre elección de médico.