No sé cómo se llamaba, solo sé que era un gato bueno, que cada vez que me acercaba, incluso con mi perro al lado, se revolcaba por la arena jugando y esperando ser acariciado. Esto de los gatos es como aquello del perro que sufre o del niño en la calle.
Si voy por la mañana a desayunar al Mona Lisa, y veo a 3 niños durmiendo con cartones debajo de una palmera, lo primero que siento es pena,...