Que A Repsol le acaben de conceder el honorable título de «Mejor Compañía Energética del Mundo en 2008» le habrá hecho sonreír a su presidente, Antoni Brufau, aunque no le habrá hecho desbordarse de orgullo porque, como él dice, «el buen líder es el que cede los éxitos a sus colaboradores y en cambio asume sus fracasos». Éste, concretamente, es el penúltimo logro en un currículum envidiable. Brufau (Mollerusa, Lleida, 1948) siempre ha cosechado éxitos haya por donde haya pisado. Entró a formar parte de Arthur Andersen, empezando con cinco personas en un despacho de Barcelona allá por el año 1970 y al cabo de dos años ya eran cientos de empleados. Su paso triunfal por los negocios continuó con La Caixa donde, a poco de llegar como fichaje estrella de Josep Vilarasau, se hizo enseguida con los mandos. Y, tiempo después, llegó en 1997 a Gas Natural donde al cabo de tan sólo un año asumió la presidencia y la empresa duplicó su tamaño. El premio y el reconocimiento ahora es el último éxito de una compañía que, además, pone, blanco sobre negro, su compromiso con el medio ambiente. Repsol colabora en diversos programas que contemplan la conservación de áreas sensibles, la protección de especies, y protagoniza acciones para la mantener el entorno natural allá donde se desarrollan sus actividades. Nada de esto parece complicado. Para Brufau, la línea marcada por su empresa es su filosofía de vida. Lo que importa no es la cantidad de tiempo que dedicas a una cosa u otra, sino su calidad».