Opinión
Un documento de Presupuestos Generales del Estado no resulta sencillo de leer. Es lógico y normal que el ciudadano de a pie, sin formación económica ni experiencia, se pierda entre tantas cifras, tablas, datos y trampas que dificultan la tarea de interpretar política y socialmente las acciones previstas para cada una de las diferentes áreas necesitadas de inversión pública. Por tal motivo, la primera misión de cualquier portavoz del partido de Gobierno, una vez se presenta a la opinión pública un proyecto de Presupuestos, no debería ser otra que la de explicar, traducir al lenguaje común de los mortales un documento político bañado de tecnicismo ininteligible para la mayoría. Bajar a lo concreto y decirle a la gente, de la manera más cristalina posible, cuánto dinero se va a gastar y en qué se va a gastar.