JUICIO

Las preguntas de la fiscal que no quiso responder el ex profesor del San Agustín

Las preguntas de la fiscal que no quiso responder el ex profesor del San Agustín
La fiscal Sheila Vilches durante el interrogatorio
La fiscal Sheila Vilches durante el interrogatorio

El acusado borró de su ordenador personal archivos de vídeos y fotos de pornografía protagonizados por menores que según la Fiscalía luego intentaba reproducir con sus alumnos 


Veinte minutos después de las seis de la tarde de este pasado miércoles llegaba el momento esperado en el juicio que desde el lunes se ha desarrollado en la Audiencia Provincial contra el ex profesor de Agustinos, conocido popularmente por su nombre de pila, Alberto, por hasta seis delitos relacionados con menores. 

Por fin don Alberto, como  lellamaban sus alumnos ‘especiales’, se dirigía al estrado a resolver el misterio: ¿Declararía o se acogería a su derecho a no declarar? Pues ni una cosa ni otra. Declaró, sí, pero solo a su abogado, ahorrándose las preguntas de la fiscal Sheila Vilches, bastante más incomodas. Pero, pese a ello, y para que consten en el acta de la vista, el MInisterio Fiscal leyó todas las preguntas que tenía preparadas, aún a sabiendas de que no iban a ser respondidas.

El acusado se libró de responder pero no de escuchar la larga retahíla de preguntas de su interrogatorio. Durante casi dos horas, A.D. tuvo que permanecer de pie —hasta que el juez Tesón le permitió sentarse— bajo el chaparrón de preguntas en las que la fiscal repasaba todos los indicios, pruebas y conversaciones de Whatsapp con sus alumnos. Un interrogatorio que sin sus respuestas terminó siendo una larguísima lista de conversaciones y mensajes que le incriminan.

Con paciencia de taladro, la fiscal fue abordando minuciosamente todas y cada una de las conversaciones con sus alumnos intervenidas y las fotos y vídeos que le enviaban, en ocasiones desnudos y en erección, y que el acusado guardaba en su ordenador personal. 

No fue un interrogatorio general, sino que la fiscal desgranó sus preguntas referidas a cada uno de los 14 chavales implicados, de entre 19 y 33 años  —lo que implica a varias generaciones— a los que en el momento de los hechos sacaba hasta 50 años de diferencia. Con paciencia de taladro, la fiscal fue abordando minuciosamente todas y cada una de las conversaciones con sus alumnos intervenidas y las fotos y vídeos que le enviaban, en ocasiones desnudos y en erección, y que el acusado guardaba en su ordenador personal. 

Pornografía infantil

Una computadora en cuyo disco duro la Guardia Civil se topó con los archivos temporales de escabrosos vídeos protagonizados por menores, descargadas de webs de pornografía infantil, y que el acusado trató de borrar, según desveló el MInisterio Fiscal en sus preguntas. Unos vídeos y fotos cuyas escenas el acusado trataba de replicar con los alumnos de su círculo íntimo, según el relato de la Fiscalía.

El ex profesor del Colegio San Agustín dejó pasar preguntas sencillas sobre su edad o su condición de profesor, o más incómodas, como aquellas sobre su más que estrecha relación con los alumnos ‘especiales’ y con qué “interés” mantenía esta relación. “Si con máximo libidinoso entabló con ellos relación en la que se fue ganando su confianza para obtener material pornográfico obtenido por los mismos?”, interrogaba en un carrusel de preguntas que iba in crescendo.

La Fiscal puso el foco en los mensajes que enviaba a sus alumnos, en los que se desvela una relación inusitadamente íntima entre profesor y alumnos, con intercambio de frases que los testigos consideran normales, pero que chirrían, como “ te quiero en exclusiva”; “no tuve suficiente de ti el otro día”; “quisiera tener una cena la luz de la luna contigo, estoy locamente enamorado de ti”. “Estos no son mensajes de un profesor que te está ayudando en clase”, ironizaba la Fiscalía, “¿es un lenguaje que usa con todos?”.

Desde el Ministerio Fiscal interpelaron, sin éxito, sobre su papel de profesor y su relación con los alumnos, preguntando “si generó esta relación de afectividad y solicitaba fotos sexys en calzoncillos o sin ropa con la finalidad de obtener satisfacción sexual, si con fines libidinosos, consiguiendo que los menores se desnudaran para usted con la excusa de regalarles bañadores o ropa de deporte” o si “procedió a sacarles fotos o a grabar videos en los que se les podía ver el culo o la zona genital”; o si les “hacia masajes o los recibía con ánimo libidinoso” o si con ese mismo ánimo “aprovechaba que les regalaba bañadores turbo para ofrecerse a depilarles las piernas o zona genital”, o “si como profesor de Agustino sacaba a los menores de clase para llevarlos al laboratorio para hacerles fotografías haciendo strip-tease” o “si generó con este comportamiento una reacción de consentimiento a cuestiones sexuales a cambio de regalos”

Conversaciones por Whatsapp con sus alumnos cuando eran menores, que se desarrollan en su  mayoría a altas horas de la noche, en las que el acusado se muestra cariñoso, insinuante, meloso y en ocasiones celoso. Escribiendo insistentemente a sus favoritos para pedir fotos o reprocharles su ausencia, generalmente de forma pasivo agresiva, “ya no vienes a verme”, “te echo de menos”, “me voy poner celoso”; “a ver si un día te acuerdas de mi, tengo ganas de verte”; “me tienes olvidado, pasas de mi”… Una larga lista de ejemplos de frases cuestionables y reproches que no tienen encaje en una relación profesor-alumnos, señaló la fiscal. “¿Qué amistad es esta que implica celos? ¿Con todos los alumnos es tan posesivo?”

Buena parte del interrogatorio se centró en el caso del hijo de los denunciantes permitiendo apreciar la evolución de la relación, desde la cercanía al momento en el que el menor intenta zafarse de las peticiones de “fotos sexys”. Una reticencia del menor que el acusado ignoraba una y otra vez según se deduce de los mensajes.  Como el caso del vídeo hallado en su domicilio en el que se ve a un joven “colorado diciendo en el que no le gustan este tipo de fotos”, señalaba la Fiscalía. “¿Porqué insistió cuando el menor le dice que no le gustan esas fotografías y usted le pide otra y mejor?, ¿qué entiende con mejor? ¿con menos ropa?”, interpelaba Vilches en una de las múltiples ocasiones en las que el ex profesor, entonces docente en activo, insistía reclamando fotos. 

“Ya no vienes a verme”, “te echo de menos”, “me voy poner celoso”; “a ver si un día te acuerdas de mi, tengo ganas de verte”; “me tienes olvidado, pasas de mi”… Una larga lista de ejemplos de frases cuestionables y reproches que no tienen encaje en una relación profesor-alumnos, señaló la fiscal. “¿Qué amistad es esta que implica celos? ¿Con todos los alumnos es tan posesivo?”

La fiscal puso también sobre la mesa la conversación en la que se propone el regalo de unas zapatillas de deporte de marca Adidas. Regalo que finalmente haría estallar el caso al levantar las sospechas de la madre denunciante. Una conversación que, según leyó la Fiscalia, transcurrió así:

  • (El menor accede a que le regalen unas zapatillas de deporte) El profesor le recuerda que el regalo es “a cambio de algo”
  • ALUMNO: Carta libre
  • PROFESOR: ¿Sin rechistar?
  • Claro
  • Me hace ilusión regalártelas
  • Me sabe mal, es muy caro 
  • Me gusta verme elegante
  • ?Si me preguntan (mis padres) por las zapatillas digo que tú, no?
  • No, no

Tras esa conversación, según las pruebas que obran en el expediente, el menor terminó días después dejándose hacer fotos en el domicilio de su ex profesor.

La insistencia del profesor

Una insistencia pasivo agresiva de la que la fiscal dio muchos ejemplos: “No me mandas nada”; “ya no me quieres” hasta que en ocasiones el menor acceda y le enviaba una foto en bañador. Eso sí, en varias ocasiones el acusado recomendaba al alumno en cuestión que “vaciara el chat”. “¿Qué es lo que temía?”, interrogó (sin respuesta) la fiscal.

En ocasiones era el menor el que le relataba una confidencia o le remitía fotos ‘sexys’ por voluntad propia. El entonces profesor no lo impedía, todo lo contrario, lo animaba ensalzándolo: “cuerpaco”, “maquinón, “top model”..”, según puede apreciarse en los Whatsapp. En otras muchas ocasiones era la insistencia del docente la que lograba que el menor enviara fotos. “A base de insistir (..) que quería fotos top, fotos sexys, consiguió que le mandaran fotos desnudos. ¿Con qué animo le pide más fotos cundo le manda una desnudo y en erección?, ¿por qué, como profesor, no le dijo que no mande más, para que tenga conciencia de que esas fotos pueden ser perjudiciales para un menor y en cambio le anima a que mande más de este estilo”.

Y así, durante casi dos horas, la fiscal Sheila Vilches desgranó una a una todas las conversaciones y fotografías —hasta agotar la paciencia del presidente de la Sala, que rogó que resumiera—. Pruebas que dibujan un relato muy diferente al que trazaron los testigos y el propio acusado en su declaración. Conversaciones sobre masajes, sobre depilaciones, sobre bañadores y “cuerpacos” que dibujan una relación muy poco normal entre profesor y alumnos, aunque uno y otros hayan tratado de normalizarla durante el juicio. 

Conversaciones e insinuaciones que en ocasiones subían de tono. A veces incluso pese a la resistencia del menor a entrar en el juego. En una de los últimos chats que recitó la fiscal se puede leer cómo don Alberto, como le conocían sus alumnos, insiste en que él no es solo un profesor. Ni tampoco solo un amigo. En el chat, el menor le llama “profesor-amigo” y el docente responde  “¿Y nada más?”. “¿Qué más quería ser?”, interpeló la fiscal. En esa misma conversación, el docente rememora un caso inquietante, muy inquietante, refiriéndose a un niño con el que estuvo “desde los 11 años”.

Pero esta pregunta, como todas las demás de la Fiscalía, quedaron sin respuesta. 

Las preguntas de la fiscal que no quiso responder el ex profesor del San Agustín


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