Embutidos, matamoscas y demás

Resulta curioso como, con el transcurso de los años y conforme adquirimos conocimientos de todo tipo que nos facilitan el corto paseo por la vida, llega un momento en que encontramos respuestas a cuestiones que jamás nos habíamos planteado. Algunas de ellas tienen que ver con la adquisición del lenguaje, concretamente en lo que a vocabulario se refiere. Les voy a ilustrar lo que quiero decir con un par de ejemplos:

La llamada del sello

Tengo que confesarles algo. Desde que me decidí a empezar esta sección mi mente ha estado buscando recuerdos y mi vista detalles. Los recuerdos viajan conmigo, pero últimamente creo que son los detalles los que van a mi encuentro. Sin ir más lejos, estas pasadas vacaciones de Semana Santa me topé con otro de esos carteles que parecen estar al acecho, esperando que uno pase por su lado para decirle: “¡te pillé, gazapo infernal!”.

Huevos y alfileres

Hoy les voy a contar otra vivencia de esas que se pueden clasificar de surrealista. Tiene que ver con la forma en que se denominan vulgarmente en inglés los órganos sexuales masculinos. Así que les advierto, si son sensibles a este tipo de lenguaje, por favor no sigan leyendo. Si no es así, les invito a sonreir con algo que, veintitrés años después, aún me produce risas.

La mosca del avión

No hace falta irse muy lejos para encontrar anécdotas o curiosidades relacionadas con la lengua inglesa. En cualquier lugar, cuando menos lo espera uno, aparece algo que realmente llama la atención. Internet supone una buena fuente donde encontrar este tipo de curiosidades, relacionadas con el mal uso, mala traducción o interpretación libre de una lengua. Y a ello contribuyen, en cierta medida, los traductores electrónicos. Estos traductores lo que hacen es buscar la palabra en lugar del sentido de la frase, por lo que traducen literalmente, ya que al ser una traducción mecanizada, el programa en cuestion recurre a una base de datos donde hay ciertas palabras que tienen varias acepciones y usa la primera que le aparece.

La carpintería y la alfombra

La anécdota lingüística de hoy está relacionada con uno de mis múltiples viajes a Estados Unidos. Concretamente, ésta sucedió en el primero de aquellos viajes, allá por 1993. Después de pasar varios días en Nueva York con un compañero de trabajo al que embarqué en mi periplo americano, decidimos darnos una vuelta por la costa oeste, con el fin de conocer ciudades como la asombrosa San Francisco y la inquietante Los Ángeles. Nada más llegar a esta última, nos dimos cuenta de que su posición geográfica con respecto a Méjico nos depararía una estancia en la que la lengua más utilizada no iba a ser precisamente el inglés.

El sombrero y la bota

Hoy les voy a deleitar con otra de mis anécdotas lingüísticas. Esta es de las que, tan por auténtica parece inventada. Pero les aseguro que todo lo que voy a relatar aquí es absolutamente cierto. Y eso es lo que precisamente hace bella la anécdota.

Mi abuelo chatea

No lo he dicho antes, pero soy profesor de inglés. Me encanta la lengua inglesa y me agrada dar clases a chavales. El inglés me parece una lengua interesante y a veces, muy práctica. Pero no se asusten, no pretendo dar clases de inglés on-line ni nada por el estilo. Lo que sí voy a hacer es contar anécdotas lingüísticas relacionadas con este idioma, ya que hay muchas y algunas muy jugosas.